Tenía 24 años y estaba de vacaciones en casa de mi padre. Vivía absorta entre universidad, bibliotecas y reuniones informativas. Mi vida era llegar lo más lejos posible, quería saber cada día más. Era mi último año en la universidad y no quería quedarme en una simple carrera, estaba leyendo un libro en la biblioteca, cuando oigo a un hombre (o así me pareció) recitar en voz alta a Shakespeare. Nunca antes me había parecido Hamlet tan sexy, por un instante quise escucharlo a escondidas, pero su talento para el teatro, hizo que quisiera estar en primera fila. Al terminar no se si aplaudí o me sonrojé, pues con toda la osadía del mundo se dirigió a mi y cogió mi mano, se presentó, me dio dos besos y agradeciendo mi presencia se fue.
Así lo conocí, tenía pelo negro, ojos grandes, de un color indescriptible, sonrisa blanca, perfecta y su tacto era como la suave caricia de todo aquello que esperas volver a tocar. Me quedé atontada, no creía posible que alguien pudiera hacerme sentir así, tan solo con el roce de su mano, con su presencia, con su voz y un aroma, tan agradable, que desde entonces comparo a todos los hombres que he conocido con él.
Días después lo volví a ver, pero esta vez solo leía.
Me había visto mucho antes, yo aún no me había percatado de su presencia, cuando en uno de los estrechos pasillos de la antigua biblioteca, alguien intenta adelantarme empujándome contra las estanterías de libros de música antigua. Perdí el equilibrio, caí entre la estantería y él, mi cabeza estaba en su pecho, miré hacia arriba y allí estaba él, haciendo que buscaba un libro de música barroca. Ese día estuvimos hablando de política, educación, deportes de riesgo y de nosotros dos.
Caí atontada en sus brazos y me besó. Fue el beso más puro y dulce que me han dado en mi vida. Fui a casa volando en una nube, pero nunca más pude volver probarlo. Al día siguiente falleció practicando uno de tantos deportes de riesgo que le gustaba practicar.
Jamás he estado con un hombre sin anhelar a ese niño, nunca nadie me dio tanto, con tan poco, pero hace un mes que conocí a una chica, que habla como él, le gusta el riesgo, pero es mucho más cauta, le encanta el teatro, pero no lo prodiga, el color de sus ojos es indescifrable e hizo que una vez más me tirara atontada a los brazos de alguien. Me besó con dulzura, me acarició como aquel niño lo hubiera hecho y al recordarlo tanto, le conté que hace veinte años conocí a un niño, que era auténtico, que besaba y acariciaba como solo esa persona lo hace, le dije su nombre, le dije que falleció hace veinte años, ella con una gran sonrisa y brillo en los ojos, me dijo que ese niño era su hermano. Hizo que la quisiera aún más, se que tengo que olvidar o superar el recuerdo de aquel hermoso niño de dieciocho años, del que me enamoré, pero el primer amor jamás se olvida.
Así lo conocí, tenía pelo negro, ojos grandes, de un color indescriptible, sonrisa blanca, perfecta y su tacto era como la suave caricia de todo aquello que esperas volver a tocar. Me quedé atontada, no creía posible que alguien pudiera hacerme sentir así, tan solo con el roce de su mano, con su presencia, con su voz y un aroma, tan agradable, que desde entonces comparo a todos los hombres que he conocido con él.
Días después lo volví a ver, pero esta vez solo leía.
Me había visto mucho antes, yo aún no me había percatado de su presencia, cuando en uno de los estrechos pasillos de la antigua biblioteca, alguien intenta adelantarme empujándome contra las estanterías de libros de música antigua. Perdí el equilibrio, caí entre la estantería y él, mi cabeza estaba en su pecho, miré hacia arriba y allí estaba él, haciendo que buscaba un libro de música barroca. Ese día estuvimos hablando de política, educación, deportes de riesgo y de nosotros dos.
Caí atontada en sus brazos y me besó. Fue el beso más puro y dulce que me han dado en mi vida. Fui a casa volando en una nube, pero nunca más pude volver probarlo. Al día siguiente falleció practicando uno de tantos deportes de riesgo que le gustaba practicar.
Jamás he estado con un hombre sin anhelar a ese niño, nunca nadie me dio tanto, con tan poco, pero hace un mes que conocí a una chica, que habla como él, le gusta el riesgo, pero es mucho más cauta, le encanta el teatro, pero no lo prodiga, el color de sus ojos es indescifrable e hizo que una vez más me tirara atontada a los brazos de alguien. Me besó con dulzura, me acarició como aquel niño lo hubiera hecho y al recordarlo tanto, le conté que hace veinte años conocí a un niño, que era auténtico, que besaba y acariciaba como solo esa persona lo hace, le dije su nombre, le dije que falleció hace veinte años, ella con una gran sonrisa y brillo en los ojos, me dijo que ese niño era su hermano. Hizo que la quisiera aún más, se que tengo que olvidar o superar el recuerdo de aquel hermoso niño de dieciocho años, del que me enamoré, pero el primer amor jamás se olvida.
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