Ganas de escribir sin tan siquiera saber que escribir. Escribir una historia de un caballero que vencido en batalla clava su espada entre rocas, mientras su lacayo expresa una oración cuando la piedra se retrae, dejando la espada intacta durante siglos, o una historia de dos amantes, donde ella expía sus pecados en cada gota de sudor que recorre su pecho y el la proclama diosa en cada movimiento suculento de su cadera. Quizás hable de aquella mujer que creyendo que no tiene nada lo pierde todo o de aquel hombre que por miedo a perder, pierde la oportunidad de realizar los sueños.
Historias hay para aburrir, pero ¿Cual querré escribir esta noche?:
Acaba de entrar en casa una mujer que hasta hace dos días, era mi pareja. Hoy sigue siéndolo, pero lleva días extraña. Llega muy tarde a casa, muy cansada y rehuye al hablar conmigo. Mañana será mi cumpleaños, espero que tenga algo de tiempo para estar conmigo, pero no descarto salir sola con mis amigos.
- ¿Que tal ha ido hoy? ¿Te encuentras mejor?
- Sí, solo quiero meterme en la cama y descansar, para mañana irnos a la playa desde la mañana.
- ¿No trabajas mañana?
- No, he estado haciendo horas extra para reservarte el día.
- ¿Ese será mi regalo?
- Uno de ellos.
No solo me hace una sorpresa, si no que además, ha sacrificado su tiempo libre. Espero que en su cumpleaños no quiera que le devuelva la moneda.
Ella sabe que yo no soy dada a regalos, es más, no me gusta regalar nada que no sea mi tiempo. Mis amigos me llaman "la rácana" y solo me gasto dinero en artículos básicos: comida, aseo, etc.
Al día siguiente, me despierta muy temprano, nos vamos al baño y nos damos un baño caliente, ese fue mi primer regalo.
Una vez preparadas, nos vamos al coche y allí me da el segundo regalo.
De camino a la playa, me dice que va a parar al lado de una tienda a comprar agua y tabaco. Yo me quedé dentro del coche y veo como un hombre vestido de negro se acerca a ella, se la queda mirando, pasa muy pegado a ella, pero se dirige al coche. Cuando creo que va a pasar de largo, entra en el coche y sin apenas poder reaccionar puso un pañuelo en mi cara, a los pocos segundos pierdo la conciencia.
Desperté con la cara tapada, mareada, con las manos atadas a la espalda, las piernas dormidas y mi boca tapada. Intentaba gritar, pero tuve que desistir, pues al gritar, el trapo se hundía mas en mi boca y me provocaba vómitos. Empecé a mover las muñecas, me hice mucho daño. Cuando mis piernas empezaron a reaccionar me puse de pie y me di cuenta de que estaba en un lugar muy pequeño. Mi cabeza chocaba contra las paredes, techo y por último el suelo.
Poco a poco conseguía aflojar las sogas de las muñecas, hasta el punto en que al dislocarme el dedo meñique de mi mano derecha pude zafarme de esa soga.
Me quité la capucha, me quité aquel trapo de la boca, con sangre fría coloqué de un golpe el dedo de mi mano. Mi sorpresa fue que no veía nada, no entraba luz por ningún resquicio, no había nada que dejara entrar o salir aire o luz. Empecé a palpar las paredes y descubro que hay una puerta de acero. Intento empujarla, le doy patadas, empujones y en el último intento caigo hacia atrás. Tirada en el suelo vencida por la impotencia, descubro que la puerta se abre hacia adentro. Al salir de aquel zulo, descubro que ya está atardeciendo, estoy muy lejos de donde me secuestraron, en realidad, no se donde estoy.
Veo una especie de granero enorme y corro hacia el. Mis piernas parecen desentrenadas y en una distancia de 10 metros me caigo hasta en veinte ocasiones. Cuando llego al portón de aquel granero, me vuelvo a encontrar con la mas angustiosa oscuridad. Tímidamente grito un "¡Hola!" y automáticamente se encienden las luces y se oye un estruendoso "¡Felicidades!"
¿La cabrona de mi pareja ha estado planeando todo esto para celebrar mi cumpleaños junto a mi familia y amigos?
Todos parecían disfrutar con mi rímel en toda la cara, con mis heridas en mis muñecas, con mi ropa sucia y rota, con mi apariencia de estar totalmente fuera de mi y ¿como no? Acojonada. La rabia se apoderó de mi, me di cuenta de que aquel edificio era de madera y estaba lleno de alfalfa y heno. Con una sonrisa fría me acerco a la tarta que me tenían preparada y antes de soplar las velas, cogí una. Dando pasos hacia atrás, les doy las gracias por tremenda planificación, por tanto detalle, por habérmelas hecho pasar tan mal y llegando al portón tiro la vela.
No se si alguna vez han visto la majestuosidad del fuego devorando la madera y la hierba seca, pero es voraz y rápido como el rayo. Lo mejor fue que al salir cerré las puertas, trancándolas con una viga, el sonido de sus voces pidiéndome perdón y gritando, pidiendo ayuda, me desgarra el alma acordarme de ello. Fíjate si soy buena persona que apagué el fuego minutos después, cuando empezaron a callarse. Todo lo que el fuego destroza crea un silencio conmovedor y sí, asusta un poco, porque te hace sentir sola.
Cuando les abro la puerta y entro con la manguera, salieron todos corriendo. Algunos intoxicados por el monóxido de carbono y otros si ropa.
- ¿Por que lo ha hecho?
- Solo quería compartir la angustia que desde hace unas horas pasé gracias a ti.
Bueno, la historia de esta noche, solo nos dice que todos estamos cuerdos hasta que dejamos de estarlo, pero ¿Cuando hemos dejado de estarlo? ¿Cuando volveremos a la cordura? Es más ¿Sabemos que es la cordura?
La mayoría de las personas actúan como si nos hubieran pasado por un molde estándar, por el cual deberíamos de pasar todos. Algunos de nosotros tenemos una personalidad mas fuerte que otros y eso nos hace ser nosotros mismos, lo que en el lenguaje coloquial es el ser original.
A algunos nos gusta jugar con fuego, a otros con cuerdas, hay quienes les encanta el metal afilado y a otros el vil metal, pero a todos se nos va la pinza de vez en cuando.
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