En cualquier puerto puedo encontrar a una bella dama, cual perfume atrape y me deje volar una noche, mientras acaricio su espalda. Pensaré que es ella y antes de que salga el sol y vea su cara, me iré cuál cobarde que no quiere ver su error al desahogar mi necesidad animal con otra persona, deseando que sea con ella.
Siempre mostraré una cara, siempre fingiré ser feliz, pero en estos últimos años dejo de fingir solo cuando duermo y creo estar a su lado. Donde y cuando la hago y la hacía feliz y ella era capaz de que yo quisiera ser mejor persona.
Todo sucedió cuando en un accidente, ella se dió un golpe muy fuerte y perdió la memoria.
Todo cambió. Fue muy duro darme cuenta de que nunca iba a recordar lo feliz que la hacía y lo buena persona que yo era a su lado. Intenté incluso volverla a enamorar, pero era otra persona. Había perdido las vivencias que la habían hecho la mujer de mi vida. No quería verme, no le gustaba mi aspecto, ni siquiera quería mi amistad y aunque sus padres me ayudaron, yo no quise obligar a que me volviera a conocer. Saber que ella me va a tener y yo a ella jamás.
Las últimas noticias que tuve de ella me las dió un marinero, amigo de su hermano. Me contó que ha vuelto a trabajar, ya no es maestra, ahora es cajera en un supermercado, la ha visto con algunas nuevas amigas, nunca quiso saber de su vida privada, no se interesó por su día a día antes del accidente, solo por volver a ser productiva. Siempre fue independiente, nunca le gustó vivir bajo el techo y tutela de sus padres, así que a los 16 años consiguió trabajo y con mucho esfuerzo sacó su carrera de magisterio. Con 18 recién cumplidos, aprobó el carnet de conducir y a la semana ya tenía coche.
Cuando la conocí tenía casa propia, yo no me lo podía creer, porque yo casi no llegaba a fin de mes y ella tenía su vida financiera prácticamente resuelta. No tenía deudas, tenía lo que quería, siempre ahorraba, nunca dejó nada para mañana y ahora está volviendo a aprender a vivir. Aprendiendo a resolver problemas, aprendiendo la mentira, la verdad y el amor.
A quien le dará ese amor, ese cuerpo, esa boca que tanto añoro.
¿Quien será esa persona que consiga traspasar esa coraza de ingenuidad, inseguridad y miedo?
Como siempre, intentaré volver a verla cuando regrese a la ciudad. Puede que me vea desde la ventana y vuelva a lanzarme objetos o quizás empiece a recordar cosas y le ayude verme.
No pierdo la esperanza de recuperarla, pero tampoco mi vida.
Yasmina, precioso... Me ha transmitido muchísimo, quizá porque siento algo muy parecido.
ResponderEliminar¡Un abrazo!