Sorpresas de última hora que hacen cambiar tu vida.

Harta de todo me disponía a hacer algo que me dejará pensar. Necesitaba estar sola y cansarme. Mi sueño era hacer el camino de Santiago,  pero no tenía dinero para ir a península. Mi madre quiso impedirlo en todo momento, mis amigos me llamaban loca,pero yo segura de mi misma me dispuse a tomar una semana para mi misma y caminar la isla de Gran Canaria por la costa. Empiezo un viernes por la tarde.  Voy desde Las Canteras hacia Arucas, por un arcén que no mide más de medio metro de ancho.
Camino hasta Moya en una hora y media, empecé con muchas ganas y quería dormir algo en Roque Prieto,en Santa María de Guía, pero estuve a punto de abandonar nada más empezar mi camino. Los torpes a veces tenemos una suerte magnífica y resulta que me doblo el tobillo, haciéndome muchísimo daño. No quería dejar de caminar, pero se me hinchó tanto que lo dejé de sentir. Me desmotivé, me senté en el suelo subiendo el pié  a una roca y me desaté los cordones de la bota. Cuando ya me doy por vencida, una mujer de unos 45 años se interesa por mi. Tuvimos  una charla sobre el cuidado de articulaciones y después de hablar sobre nosotras, sobre lo que estábamos haciendo cada una a esa horas por ahí, decide llevarme al médico e invitarme a cenar. Me dijo: "estoy huyendo de mi mujer, me tiene agobiada. Sabe que estoy cuidando de mi padre que acaba de tener un accidente, pero cree que estoy poniéndole los cuernos con otra persona". Yo le dije que agobiados estamos todos y pensé que no vendría mal otra persona con la que pueda descargar sentimientos, pensamientos y escuchar para aprender que no somos las que más sufrimos.
Le dije que viniera conmigo. Ella me dijo que no, que tenía muchas cosas que hablar con su mujer. Me dejó en Roque Prieto, me ayudó a colocar la caseta y se marchó a hablar con su mujer. A veces pienso que con un gesto se entiende y se asumen mucho mejor los sentimientos que las palabras, pues esta mujer volvió a las 3 horas:
- es imposible hacer que esta mujer entre en razón, me voy contigo.
- ¿que ha pasado?
- subí a casa y ha soltado su monólogo sin coherencia, contradiciendo cada palabra recién dicha, sin darse cuenta de que no me está  perdiendo, me está echando de su vida. 

Después de unos abrazos y lágrimas  entrecortadas dormimos 6 agradables horas escuchando el rugir del Atlántico. Abrazada a esa extraña que del día a la noche ya era una amiga más.  Al despertarnos nos dimos cuenta de la cercanía con la que habíamos tratado en la oscura noche y noté que es una magnífica persona. Sentí que es una persona honrada, honesta y generosa, a parte de un poco inocente, sentí algo por esa mujer, quizás fue ahí cuando la empecé a querer.
Ella al ver como está mi tobillo quiso acompañarme pero en coche, parando en cada rincón, disfrutando como si fuéramos turistas perdidas en esta isla donde aún existen zonas inexploradas o al menos lo parece. Hablábamos de todo, de amor, de comida, de religión,  política, de sexo. No compartíamos opinión en ninguno de los temas, pero en el sexo empezamos a ponernos de acuerdo. Fuimos muy superficiales en todos los temas,excepto en sexo, erotismo y música.  Me gusta saber que existe gente tan culta, musicalmente hablando, que me enseñen y me hagan descubrir cosas nuevas. Pasando por el pueblo de Agaete vimos a una mujer, supuse que tendría 48 años, mirando el motor de su coche con cara de no entender nada. Nos acercamos a ella, y le preguntamos en que le podíamos ayudar.
"Si saben de mecánica y me pueden quitar la mala hostia, quizá  me conviertan en mejor persona"
Mientras me decía esto, notaba como se comunicaban ellas con la mirada. Antes de nada decirles que la primera mujer que conocí se llama Elena. Elena le ofrece su teléfono móvil y llevarla donde ella necesite ir. Marta, que es la dueña del coche roto, sonríe y aceptando su ayuda se sube al coche. Nos presentamos y al contarnos el como y el porqué estábamos en ese coche Marta me mira y parece leer mi mente, más tarde me comentó que le gusté nada más poner mi cara de desconcierto por su respuesta tan fuera de tono. Desde ese primer momento confié en ella.
Cada una de nosotras con nuestras conexiones, con el corte de saber que estas conociendo a personas que sin saber quiénes son, te gustan. 3 desconocidas que parecen comunicarse sólo con las miradas, sintiendonos seguras y cómodas con nosotras mismas.
Pasando por una playa en el municipio de San Nicolás de Tolentino, decidimos quedarnos allí, disfrutar de la playa y de nuestra compañía.  Lo mejor es que habían unos pescadores cerca y nos regalaron pescado fresco.
Al llegar, nos tumbamos sobre la arena Elena estaba algo cohibida, pero Marta y yo enseguida nos quitamos la ropa y nos fuimos al mar. No se que le pasó por la cabeza a Elena pero después de un buen rato observandonos tiró el móvil al agua, se desnudó y gritando  "me divorcio, soy libre" corrió hacia nosotras. Celebró  su libertad con dos desconocidas que en un fin de semana pasaron a ser su familia.
Yo no quería salir del agua y me gustaba ver las señas de cariño entre ellas dos. Esa complicidad entre ellas, ese cariño recién nacido y dejando que yo sea esa espía. Esa noche yo quise darles intimidad, pero Marta y Elena sintieron que les faltaba alguien si yo no estaba. Nos besamos, nos abrazamos, compartimos todo lo que nos daba miedo y vergüenza. Mirando a Elena y observando a Marta me di cuenta que estamos influenciados a tal punto en que no escogemos, no elegimos lo que realmente queremos, ni siquiera en la cantidad que nuestro "libre albedrío" nos indica. Nos sentimos mal si queremos algo que no está inscrito en nuestra cultura y encima si es mucho nos sentimos peor.
Desde ese fin de semana nos hemos vuelto inseparables, diferencia de edad, diferencia de realidad, diferencias de como ver el día a día y los problemas cotidianos a los que todos nos enfrentamos. Pero sabemos que podemos contar la una con la otra. Marta es la persona que da seguridad, confianza y sentido común.  Elena sencillamente es una de las mejores  personas que conozco, es simpática, agradable, ayuda a los demás y es espectacularmente leal. Después estoy yo, testigo y quizás causa de que esto haya sucedido. Cuando Marta no entiende o se preocupa por Elena acude a mi, y cuando alguna de las dos se preocupan por mi, ahí están ellas. Las tres somos una piña, una familia. No somos pareja, somos un trío, nadie lo entiende pero a nosotras nos da igual, sobretodo a Marta y bueno, que decir de Elena, que vive en su mundo, no se entera de nada.


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