Cada domingo pasa exactamente lo mismo. Día aburrido, amigos que no salen, día que pasas en casa, apalancada, cubriéndote de moho, escribiendo o leyendo, pero olvídate de relacionarte con los demás.
La noche del viernes descubrí un motivo para tener novia, no es para nada romántico, tampoco sexual, ni de apoyo psicológico. El viernes por la noche fui a un concierto de una banda canaria que está llevándose a todo el publico femenino y mayor de 40. En definitiva: lo petan.
Como yo soy como soy, una masoquista que quiere escuchar la música, bailar, hacer bromas y estar cerca de los músicos me puse (¿Como no?) en primera fila, donde estaban esas mujeres locas por el cantante, enseñando cacha, preparándo regalos explosivos (sopladoras/globos) para el cantante, poniendo sus copas y bolsos en la tarima para poder bailar y abanicarse bien. Dentro de todo eso surgió mi necesidad. Necesidad de tener a alguien que me ayude a abrir hueco entre tanta afanada fanática, que me ayude a no aplastarme contra la tarima con las avalanchas en canciones clave, la que me ayude a mantener el hueco cuando vayamos por bebidas, a la que abrazar en las canciones más emotivas, con la que compartir cada salto y palabra cantada, vociferada , herrada y gritada, la que escuche mis gallos, salidas de tonos, mis desafines y se ría conmigo. En definitiva una amiga que no me deje botada por el calor, por el agobio, por otras amigas y seamos un equipo, contra todas esas fanáticas, contra el calor humano que desprendemos cuando nos lo pasamos en grande, contra la sed, el miedo de perder tu espacio y lo peor el no quedarte sin tabaco.
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