Trabajaba en una gran
multinacional. Era editora de imagen en una revista de tirada europea y me
encargaba de las imágenes de la edición española. Sé que tengo un carácter de
pocos amigos, mi trabajo me ha hecho ruda, agresiva, incrédula, todo lo tenía
que hacer yo, porque no me fiaba de ningún diseñador, fotógrafo de la plantilla
o externo. Vivía para trabajar, reservaba la noche del viernes y la tarde del sábado
para mis amigos, los domingos eran días para la familia, aunque a veces
trabajaba.
Un día el director de la
redacción llama a los encargados y nos dice que la venta ha disminuido, que la
tirada de la revista ya no será tan amplia y nos comunica que han decidido
reducir personal. Creen que han derrochado
el dinero en pagar salarios a fotógrafos, operadores de imagen, diseñadores
gráficos y deciden, no reducirlo, sino eliminarlo. No éramos muchos, tan solo
3 fotógrafos, 5 diseñadores y yo. Todos a la calle, en cambio contratan a un
becario 6 meses al año. Desde entonces la revista sale aún más fina y con una
calidad inexistente.
Yo estaba tranquila, creía que mi
trabajo se había valorado, entonces pasé 6 meses de descanso, vacaciones, yoga,
playa, sol, música, amistad, amor y me di cuenta de que el volver a trabajar
iba a ser una ardua tarea. Empresas con prestigio que sabía que encajaría en su
edición, me decían que no, vi como mi vida se caía poco a poco en pedazos. No
podía seguir sin la entrada de dinero y me puse a trabajar como autónoma, hacía
mis propias fotos o vídeos y las vendía al mejor postor, pero no ayudaba a
pagar el alquiler de mi casa. Un ático en zona céntrica, con terraza y vistas a
la redonda, cocina enorme, luminosa con barra americana hacia el salón, el
salón no tiene muebles, solo tiene alfombra, cojines, mantas y libros, era mi orgullo, mi cueva, mi mundo.
Me empezaron a llegar cartas del
banco, avisos de desahucios, cartas de empresas que se encargan de comprar
deudas y me vine abajo. Una noche salí con mis amigos, no supe controlar mi mal
carácter, ni mi tristeza, decidí quedarme sola antes de fastidiarles la noche.
Me fui a un bar oscuro, donde solo habían mujeres, yo no paraba de beber, me
sentía en tierra de nadie, no conocía a nadie y tampoco sabía si quería
conocer a alguien. Intentaba hablar con la camarera, pero creo que estaba echándole la
retahíla de mi mala suerte, si me miraba me decía cállate con ella.
Realmente no sé cómo ocurrió, pero
apareció una mujer muy bien vestida, guapísima y al escuchar lo que me pasa,
decidió ayudarme.
̶
Podremos ayudarnos mutuamente.
̶
¿Cómo?
̶
¿Qué es lo que más miedo te da? ¿Quedarte en la calle sin trabajo o
quedarte sin tu ático? ̶ No supe que responderle, sabía que el
quedarme en la calle me daba miedo y quedarme sin mi ático me creaba rabia ̶ Si
quieres te ofrezco un trato.
Me besó y quise dejar ir la noche
de mi mala suerte con ella. Me llevó a su casa y decidimos hacer un pacto. Yo
vivo en su casa, como su comida a cambio solo quiere sexo y que cuide su casa
como la mía propia. Me deja traer mis libros, mis cámaras, mis ordenadores y
carteles de publicidad de los años 40. Dice que soy libre, pero me dice su
horario, me deja por escrito que está prohibido enamorarse, aunque hay una
clausula en la que si esto ocurre mutuamente el pacto queda anulado sin castigo
para ninguna. ¿Castigo? ¿Qué es ese castigo y cuando se recibe o da? Le
pregunto y me lleva a un armario empotrado de madera negra, lo abre y no hay más
que látigos de cuero, mordazas, correas de cuero y seda, 3 corsés y zapatos de
tacón metalizados. No voy a negar que me haya gustado, tampoco negaré que me
hizo ilusión, pero tengo techo, comida, sexo y tiempo para hacer lo que me
gusta, ya que solo le pedí que me dejara hacerle 2 veces a la semana sesiones
de fotos.
Buen texto, el final deja con ganas de más....
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