Al tomarle
declaración al chico de mantenimiento me acordé de que no le habíamos dicho nada
del sobrino de Gibson, por lo tanto, tampoco de su parecido. El muchacho
se llama José Ramón Gutiérrez y el sobrino de Gibson se llama Aníbal. Al
terminar con la declaración de J.R. me pasé por el hospital. Quería saber cómo
estaba Mike y Gibson. Cuál fue mi sorpresa al saber que Gibson aún no había
pasado a ver a su sobrino. Aníbal es como el hijo que nunca tuvo, ambos se
amaban y aunque el chico se metió en muchos líos en el barrio Gibson siempre lo
acompañó para protegerlo y guiarlo. Mi jefe hubiera sido un gran padre.
Cuando llegué a la
puerta de la habitación de Aníbal no vi a nadie. Ningún policía lo custodiaba y
Mike no daba señales. Me aseguré de que el sospechoso se estaba recuperando y cuando intenté hablar con una enfermera en el pasillo pude distinguir por el rabillo
del ojo una sombra negra que se movía muy rápido, desapareció en segundos. Esa sombra me
hizo estar en guardia. Me desconcertó:
- Habían cuatro
policías custodiando al sospechoso ¿Sabe dónde están? – No paraba de mirar a
los lados. Algo no encajaba, nada encajaba. ¿Dónde estaban Mike y Gibson?
- Creo que recibieron
un aviso y tuvieron que irse.
- ¿Los cuatro? -
Extrañada y con una mala palpitación le pregunté enseguida - ¿Y el inspector
Galván?
- No he visto a nadie
más. Empecé mi turno hace poco, mi compañera está a punto de irse.- No la dejé
seguir hablando, con mi voz tartamuda por el nervio, seguía preguntando.
- Un chico rubio,
alto, con el pelo engominado hacia atrás - No me lo podía creer ¿Qué coño pasa?
- Cuando entré vi a
un chico rubio, hablando por teléfono. Estaba muy nervioso, tenía la cara roja
y parecía afectado por algo. Vi cómo se iba por las escaleras hacia abajo. -
Empezaba a ver que la chica está muy nerviosa y comenzó a temblar. Tenía miedo
y no sabíamos realmente lo que había pasado en todo ese asunto.
No la dejé terminar
de hablar. Me metí en la habitación, revisé cada rincón, armario y ventana. Me
aseguré de que no había nadie más allí adentro, llamé a comisaría y pedí que dos
oficiales nacionales custodiaran día y noche al sospechoso. Al salir de
la habitación me encontré con la supervisora de enfermería me estaba preguntando por lo
sucedido. - ¡Quiero esta habitación vigilada las 24 horas! ¿Entendido? - Les
grité, no me gusta gritar a nadie pero el caso había empezado a ponerse
peliagudo. Al bajar por las escaleras, siguiendo el rastro de Mike, llamé a
Jorge y le conté lo sucedido:
- Jorge ¿Sabes algo
de Mike? - Se notaba que andaba con prisas, nerviosa y me faltaba el aire.
- Está en el hospital
Jadira- Tampoco sabe nada.
- No, no está en el
hospital, no contesta a las llamadas. ¡Localizad a Gibson y a Mike lo antes
posible! Esto no me huele nada bien. - Colgué el teléfono, lo guardé en el bolsillo
de mi pantalón y me fijé que una de las puertas, de uso autorizado sólo al
personal, está mal cerrada. Me dirigí hacia ella y al abrirla me encontré con
el horror en plena cara.
Era un cuarto donde
se llevaban las sabanas sucias del hospital y de uno de los carros que las
transporta vi las piernas de Mike. Saqué mi pistola y miré bien para
asegurarme de que era él. Tenía la cara desfigurada, le habían quitado la
chaqueta y tenía una aguja clavada en su antebrazo derecho. Rápidamente pedí
ayuda de un médico gritando desesperadamente desde la puerta, le puse mis dedos en su cuello buscando pulso y no lo
encontraba. Le salía espuma blanca por la boca. Tenía los ojos cerrados y los
párpados azules. La boca abierta y su cara estaba totalmente hinchada. Antes
de sentirme mal por mi compañero intenté hacer uso de la poca frialdad que
tenía en ese momento y le saqué fotos con mi móvil. Tenía esperanzas, quería
que viviera. Me guardé el teléfono en el bolsillo y grité angustiosamente pidiendo ayuda - ¡Joder, estamos en un hospital! ¡Ayuda! - Veía como pasaba el tiempo y no venía nadie. Quise sacarlo de allí, lo llevé al pasillo, cogí un papel y con cuidado le
quité la jeringuilla y aguja de su brazo, la guardé en el bolsillo derecho de
la chaqueta. Estaba totalmente fuera de mí, la impotencia me estaba invadiendo.
Le limpié la boca y le hice la reanimación cardiopulmonar fue entonces cuando
un equipo médico que pasaba por allí, nos vio y fue entonces cuando se hicieron
cargo de él. No pensaba en otra cosa que en mi mujer.
Esto no puede superarme, no puedo quedarme chiquitita
ante esta situación.
Llamé a Jorge y le conté
lo sucedido. Le dije que sí o sí quería policía local vigilando el recinto, a
la nacional y al cuerpo de guardias civiles buscando a todos los mercedes coupe
de importación en un radio de 10 km. Jorge enseguida se ocupó de todo, e
incluso de hablar con otros equipos de inspectores para pedir ayuda. Al
terminar de hablar con él, llamé a Gibson. Su móvil daba señal pero nadie
descolgaba el teléfono. Mala señal. ¡Me voy a casa!
Delia tenía que estar en el taller. Eran las 18:18 de la
tarde del miércoles y pensaba que estaría encendiendo el horno de secado. No quería
llamar a nadie, no lo iba a hacer. No hice más que pensar en ella y en si está
bien. No veía el velocímetro. Puse mi vida y la de los demás en peligro. Los semáforos
no existían y los peatones no me hubieran parado. Cuando ya estaba saliendo de
la ciudad me llaman al móvil:
-¿Quién es?
- Jadira soy Gibson. Ven a la comisaría inmediatamente.
- Estoy de camino a mi casa, en 30 minutos estaré por ahí. –
Estaba nerviosa pero a la vez me tranquilizaba que el jefe estuviera vivo.
- Te digo que es mejor para ti que no vayas.
- ¿Cómo?- Grité alteradamente al volante, no sabía si llorar
o seguir hacia el pueblo a hincharlos a palos - ¿Por qué lo dice Gibson? – Por un
momento la mente me hizo la mala jugada de imaginarme a mi mujer muerta
pero me tranquilicé y paré en el arcén de la carretera secundaria.
- Porque te están siguiendo. Los llevarás a tu casa. Así que
da media vuelta y ven aquí, tenemos que reorganizarnos. Tenemos información
útil y de primera mano.
Cogí aire. Mi cuerpo aún tenía la orden de conducir de forma kamikaze
hacia mi casa y tuve que esforzarme en parar mi mente y pensar detenidamente. Hacía tiempo que no lo hacía pero aquel fue el mejor cigarro
que me he fumado en mi puñetera vida. Cogí el móvil y llamé a Delia. Tardó en
descolgar y me había empezado a impacientar. Al quinto tono me atiendió:
-Hola cosa guapa ¿Qué tal va el día? - Ella no ha visto la televisión en su vida, ni ha
escuchado la radio, entonces pensé: En el caso de que hayan informado de algo
ella aún no se había enterado. La notaba nerviosa pero me imagino que estaba
lejos de donde tenía el teléfono y pensé que habría ido corriendo a atenderlo.
- Te quiero cariño –Le dije nuestra contraseña tal y como
habíamos quedado.
-Yo también te quiero a ti amor ¿Vas a venir pronto? Estoy en
casa esperándote. Hice una lasaña vegetal. Trae cerveza alemana. Tengo unas
ganas de una Paulaner - ¿Cómo? ¿Qué dice ésta loca? Por un momento dudé en
seguir hablando y reírme, como ella siempre ha sido así, bocazas, adorable, terriblemente astuta y lista.
- ¿Están contigo verdad? – Durante unos segundos el corazón dejó de latir, los pulmones no procesaban aire y mi vida se detuvo.
-Sí. Aquí hay vodka y lasaña cielo. Te espero pronto. Trae
por favor Paulaner. Te amo vida. – Todo lo que me acaba de decir tan rápido
como habla ella, tan locuaz y productiva, muy productiva.
¿Y se suponía que yo iba a dar media vuelta hacia la comisaría?
No tenía cabeza para pensar nada y menos en que es lo que tenemos que hacer.
Delia estaba a punto de morir. Gibson tenía que saberlo sí o sí.
-Gibson, esos hijos de puta están en mi casa con mi mujer. No
voy a dar media vuelta. – Me pregunto cómo pudo entenderme con los dientes
apretados por la rabia.
-Lo sé Jadira. Te paré para no agravar la situación y para
darnos tiempo de ponernos en marcha. ¿Dónde estás?
-Estoy en la entrada a mi pueblo. Unas 2 curvas antes.
-Ya estamos ahí. En cuanto nos veas, bajas del coche, le das
las llaves al primer oficial que veas, te pones chaleco kevlar y subes en la
lechera que él te diga ¿Oído?
-¡Oído! Delia me ha dado información sobre las personas que
están con ella. Creo que está con un ruso y una mujer italiana – Realmente
Delia al estudiar bellas artes tiende a darle sentido metafórico a casi todo y
gracias a eso la entendí.
-Vete bajándote del coche ya te vemos ¡Prepárate para el
asalto!
Cuando crees que lo vas a perder todo, el miedo te empuja a salvarlo. |
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