Tres horas más tarde
de su declaración Delia fue a casa, cogió ropa y desapareció. Mi vida se ha
convertido en mierda. La rabia no me aguantaba, ni yo a ella.
Se fue con
identificación falsa, caracterizada y disfrazada pero no se a donde, ni cuando,
tampoco sé si ha ido sola o con alguna amiga. Solo sé que cuando todo esto
termine tengo que ir a buscarla. No quiero perderla y no quiero ser como
otros compañeros que se dejan hundir con trabajo, deber y obligación mientras
la vida pasa y no tienes el mismo sentimiento que te trajo a este mundo y te da
la vida: El amor.
Resulta que cuando somos niños sobrevivimos gracias al
amor de nuestra madre y familia; mientras vamos creciendo y siendo
autosuficiente, crecemos y aprendemos gracias al amor de nuestra familia.
Vamos independizándonos y menospreciando ese amor. Nos
metemos en una vorágine en busca del amor que las hormonas nos hace investigar,
escudriñar, encontrar, perder, huir y abrazar. En el país de mi padre es un
insulto a la vida, es ser desleal, dejar a tus padres solos mientras tú
trabajas sin descanso. Algo que aprendí de mi padre es a amar y de alimentar al
amor. De mi madre aprendí a que tengo que dejar amar, aprovechar cada
circunstancia para hacer sentir y sentirme enamorada sin necesidad de objetos
valiosos, sólo con mi padre, sus manos y sus besos.
Siempre están juntos, aprovechan cada momento para ayudarse
el uno al otro, aprender el uno del otro y enfadarse el uno con el otro. Si te
enfadas con una persona es porque te importa, sino ¿Para qué enfadarte? Delia
estaba decepcionada y cabreada conmigo pero no sólo eso, también estaba preocupada,
asustada y angustiada de que llegue el día en que algún compañero le dé la
noticia de mi muerte. Teme quedarse sin mí y eso la enfurece.
Jorge, Gibson y yo
nos reunimos con todas las pruebas que habíamos encontrado. La carta en el
cadáver, cámara de vigilancia, droga en casa de Aníbal, jeringuilla en el brazo
de Mike, sobre y carta en la silla donde estaba Delia sentada y hallaron
pruebas en la llave de la bombona de gas del taller.
Las huellas
encontradas no estaban registradas en nuestra base pero eran las mismas
huellas. Las huellas de la bolsa de anfetamina y heroína eran las mismas que la
de la carta y de la jeringuilla; todo apunta que El lasaña vegetal y el Vodka
estaban detrás de todo.
Jorge había ido al
hospital a ver a Mike antes de nuestra reunión. Al menos ya podía hablar. Grabó
la conversación con su teléfono móvil y nos trajo su entrevista en formato de audio.
Se oía a Jorge preguntar y a una voz aún muy débil. Mike contaba en
esa grabación que había recibido una llamada que advertía de dos sospechosos
que estaban en el hospital para acabar con Aníbal. No sabía quien lo llamaba y
tuvo que salir de la habitación para tener más cobertura y fue ahí cuando vio
un sospechoso bajar corriendo las escaleras. Él lo siguió y sintió como un
hombre alto y fuerte lo agarra por la parte de atrás de la chaqueta, se reviró
rápido, quitándose la chaqueta y vio a un hombre enorme, blanco como la leche.
Lo siguiente que recordaba era un golpe muy fuerte en la cara y luego se
despertó en la cama del mismo hospital donde estaba. Viendo los videos de las
cámaras de seguridad, Dimitri Sokolov es inmenso podría medir más de 2 metros
de altura, vimos como le quitaba la chaqueta y sin hacer nada, solo quedándose
quieto consigue que Mike se quede petrificado viendo esa gigantesca masa de
carne blanca. No vio a Luca Caccini venir por su derecha y estamparle un
extintor en la cara, rompiéndole los huesos craneales del pómulo, quedando
rotos los huesos del esfenoides, temporal y frontal. Acto seguido se agachan,
le vuelven a poner la chaqueta y lo llevan a la habitación donde yo lo
encontré. Me imagino que será ahí cuando le clavan la aguja en el brazo. Tardan
unos 10 minutos en salir del cuarto, Luca mira su móvil y salen camino a mi
casa.
Terminando de ver el
video de las cámaras de seguridad del hospital, nos llaman los compañeros que
fueron al polígono industrial Díaz Casanova; el que Delia había oído. Habían
encontrado a dos personajes que cuadran con los sospechosos. Teníamos que ir
para allá como refuerzos ya que no estaban solos. Esta vez solo llevé el
chaleco kevlar, 2 pistolas y unas gafas Rayban efecto espejo. Quería que se
vieran mientras son reducidos. No descarto el que pierda los papeles y aviso a
Jorge:
̶ Si en algún momento ves que me excedo… ̶ No
dejó que terminada de hablar.
̶ Mi compañero está recuperándose en el
hospital y mi compañera también se está recuperando aunque está conmigo. Nadie
nos va a parar. Yo no pienso pararte.
Nos miramos a los
ojos, frente a frente, cara a cara, sintiendo la rabia de cada uno. Chocamos la
mano, nos agarramos la mano como colegas que somos y nos dirigimos a los
coches. Quince minutos más tarde vendrían dos lecheras.
En un principio iban
dos coches con cuatro compañeros de paisano. Cuando ellos llegaron vieron como
estaba la zona y decidieron irse a la nave de enfrente. Entraron haciendo creer
que eran cuatro clientes más. Le pidieron al dueño de la empresa – previo aviso
– que los dejara subir a la parte alta, para poder tener informadores y 4
magníficos inspectores. Dos de ellos expertos francotiradores que estuvieron en
Bosnia con el ejército en sus últimas batallas, por el 2001. Ya teníamos
informadores y francotiradores colocados. Tenían visión de casi toda la nave. Había
una parte que no estaba a la vista y se intuía una especie de oficina. Dimitri
estaba fuera con los demás, dirigiendo a un grupo de hombres que cargaban
cajas. Luca estaba en lo que pensamos que era oficina. Teníamos que hacerlo
salir de ahí. Alguien tenía que acercarse y probar suerte para que los dos
estuvieran en la calle. Necesitábamos un
señuelo y allí estaba yo ofreciéndome voluntaria. Quitándome el chaleco kevlar,
desabrochándome dos botones de mi blusa, subiendo el sujetador, pintándome los
labios y los ojos color gema. Todos dudaron por si me reconocían pero yo no,
sabía que no me iban a reconocer, jamás voy provocando y ahora sabrían el
porqué.
Me hacía pasar por una
mujer de negocios perdida; me acerqué a los muchachos y mascando chicle les di
las buenas tardes:
̶ ¡Buenas tardes chicos! Busco una empresa pero
no sé donde encontrarla, sólo sé el nombre de sus dueños. – Veía como Dimitri
se acercaba a mi secándose las manos con su camiseta.
̶ ¿La puedo ayudar? ̶ Me
miró de arriba hacia abajo con sonrisa de medio lado.
̶ Busco a Lucca Gaccini y Dimitri Sokolov. –
Cojo mi móvil y lo miro, me retoco las cejas. ̶
Me han enviado a Díaz Casanova porque me han dicho que he de recoger una
mercancía muy valiosa. ̶ Con voz
redulzona, intentando hacer que pareciera aguda. ̶ ¡Que blanquito estás! ̶ Se
escuchan risas, yo finjo una risa nerviosa, mientras le miro la cara sin
levantar la cabeza. Solo por encima de mis gafas de sol, arqueando las cejas. ̶ ¿No te echas protector?
̶ Lucca, alguien nos busca.
Al ver como Lucca
salía de esa oficina me di cuenta de que
me habían descubierto. Vi como Lucca me miraba de forma lasciva pero nerviosa,
giraba su anillo en el dedo como si alguien le pagara para ello. Se pasaba la
mano por la boca como si acariciara una inexistente barba, dibujándose así las
comisuras de los labios. Aproveché que Dimitri se había alejado varios metros
para avisar a los compañeros y sacar mi arma.
De lo que pudo pasar
a lo que realmente pasó los separa la actitud.
Puedes tener conocimientos, habilidades y experiencias pero sin actitud no eres nadie. |
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