En la luna de Tejeda (Cap.1)

Revisando ese cuarto que todos tenemos y que nos sirve de almacén, encuentro unas fotografías que creía perdidas, las fotografías de mi primer viaje a las islas. Trabajaba y estudiaba a destajo, no paraba. Era becaria en una empresa de telecomunicaciones en Madrid, mientras terminaba con mi último año de carrera. 
Recuerdo que tenía ganas de irme a la playa, de irme al Mediterráneo y desconectar. Mi novio me había dejado por mi compañera de piso, compañera de facultad, de instituto, en definitiva era mi amiga y no estaba pasando por mi mejor racha. 
En aquel entonces íbamos todos a una agencia de viajes a reservar el billete y el hospedaje. Recuerdo que fui un viernes a las 8:45 de la mañana, ese iba a ser mi último día de trabajo, las clases ya se me habían acabado, por fin tenía mi carrera finalizada y deseaba unas vacaciones de verano tranquilas pero aventureras que me hicieran sudar, quitarme ese estrés y si puedo conocer a gente nueva, mejor.
Tuve que esperar 15 minutos a que abrieran, en ese trance pasó toda la costa catalana, valenciana, archipiélago Balear por mi mente "¿Dónde iré de vacaciones?" 
Al abrir la agencia ya éramos 4 en la cola para reservar nuestras vacaciones y nos sentamos corriendo para que nadie se colara. Entré la primera y me sentí victoriosa, viendo a esos segundones como entraban detrás de mi, pensaba que la última habitación de hotel o ultimo apartamento sería el mío. Ese pensamiento se desvaneció en poco tiempo pues la chica que me atendió estaba empezando y le costaba un poco más de tiempo el buscar, encontrar y aconsejar. A la media hora después, ella aún no había encontrado unos apartamentos que yo le había dicho, tampoco unos que se ajustaran a mi presupuesto y no me ofrecía alternativas.
De repente escuché un tintineo familiar, una voz que decía: "Sí Jorge, esa zona me parece ideal", "Pues al Mediterráneo que nos vamos Patricia". Eran ellos, mi ex y mi ex. Jorge era mi novio desde el instituto y Raquel amiga mía desde el colegio. Los tres nos conocíamos desde entonces pero fue ahí, al terminar la universidad que ellos dos se enamoraron, lejos de llorar por él o por mi, me sentí mal porque pienso que he estado en medio de ellos dos todos estos años. Me duele más perder a mi amiga que a él. Esas fiestas de pijama, esas noches durmiendo juntas, las noches de ron, ginebra y tequila. Al darme cuenta de que ellos estaban cerca no quería que me vieran, me daba vergüenza que me hablaran, me daba vergüenza mirarla a la cara, a él no, yo lo entiendo a él. Raquel es fantástica y tampoco quería coincidir con ellos en tren o bus, así que quise irme lejos.
"¿Hay alguna otra oferta que no sea el Mediterráneo, ni Andalucía? Es que hace mucho calor en verano."
La chica me habló de las Canarias, que son pequeñitas, que tienen unas playas envidiables y que siempre hace buen tiempo. Le dije que sí pero que el alojamiento tiene que ser bastante asequible ya que el vuelo no es barato en absoluto.  Dos días más tarde estaba en el aeropuerto de Barajas alucinada, ilusionada y cagada de miedo al salir de península yo sola por primera vez. Recuerdo que me había quedado dormida en el vuelo y me desperté cuando llegamos al aeropuerto en la isla de Gran Canaria. Al llegar y bajarme del avión me doy cuenta de que es un paraje un tanto desolador, pero bueno, solo es el aeropuerto. Después de estar esperando más de 40 minutos por mi maleta, me dirijo al puesto de información para saber donde coger los buses. - Hola, ¿Dónde puedo coger el bus para ir a... (Tuve que volver a leer el nombre del sitio porque en mi vida lo hubiera leído) Ar-te-na-ra? ¡Eso, Artenara! - le dije convencida al hombre que me miraba perplejo.

-¿Artenara, ¿Desde aquí? – Fue ahí cuando me di cuenta de que la isla sería pequeña pero muy montañosa. Tuve que coger 3 buses o guaguas como le dicen aquí, (a uno de ellos les dije que no sabía que era una guagua y me llamó “Goda-mielda”, otra persona se rio y me explicó que es un bus). Tardé más de 3 horas en llegar a Artenara. Entre calor, sudor, sed, hambre y unas curvas que marean. Un pueblo muy bonito que está en la cumbre, es el municipio más alto de la isla y el más significativo. Yo quería estar cerca del mar pero bueno, en esta isla estaré más cerca del mar que en Madrid. Supe que la chica de la agencia de viajes no tenía ni idea de lo que vendía. Me ha mandado a un pueblo que está perdido entre montañas y con una red viaria muy pobre para llegar hasta él. Me debió mal interpretar cuando le dije que quería un alojamiento bastante asequible, ya que me envió a una casa-cueva muy bonita pero muy rural. Dentro de la casa se estaba súper bien, fuera si te tocaba el sol te quemabas pero como estés en la sombra te helabas de frio. No había muchos lugareños en las calles, veía muchos guiris, gente que pasa calor por gusto estando el mar tan cerca.
Al llegar no tuve más remedio que resignarme al hecho de que había caído en mitad de un desierto rocoso rodeado de agua inalcanzable, así que solté mi equipaje en la casa, me fui a buscar agua y comida. Buscando algún supermercado o tienda de pueblo me encuentro con una de las panorámicas más bonitas que he visto en mi vida. Se trata de un barranco bien profundo y justo en frente se levantan unas montañas rocosas muy singulares. Mi vista se perdía por sus carreteras, su tarde me meció y parece que esa tarde agradecía que la agente de viajes fuera tontaca. Me reencontré con uno de mis héroes uno de tantos que malvivió en su vejez por esa historia nuestra, tan nuestra que parece que se repite una y otra vez. Unamuno estaba allí esperándome, si él estaba allí no podría ser tan mal sitio.
Ese pueblo me estaba enamorando.
Miguel de Unamuno y Jugo

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