Caminamos durante cuatro horas
más. El buen humor, las bromas y la superficial conversación que teníamos fue
la reina del camino. “Estamos llegando a Tirma” comentó y yo feliz de caminar
por un paraíso, en el cuál no sabía que clima iba a encontrar, no reaccioné al
oír ese nombre extraño. No me imaginaba lo que me iba a encontrar y mucho menos
así, de sopetón. Resulta que Tirma es una ladera, ¡no! es un acantilado. Es la
única zona costera del municipio de Artenara y el cambio de panorámica al
presentarte en su talud es impactante. Empezaba a atardecer y se veía una nube de polvo, la calima como lo llaman los canarios, pero al fondo se podía
vislumbrar la isla de Tenerife con el Teide imponente. “Forma erótica por
excelencia” no paraba de repetirme Guaci, mientras le cambiaba la cara y reía
con ojos de pícara. Le gusta tanto la forma de esa montaña cómo un pecho de
verdad.
Llegamos a una parte pelada, no
había vegetación, si acaso algún árbol y a sus pies aprovechamos para armar la
caseta de campaña y montar un pequeño refugio. Guaci estaba nerviosa porque no
llegó a sacar el permiso de acampada; la verdad que no entendía el por qué
tienen tantas restricciones para disfrutar de la naturaleza en Canarias y la
volví loca a preguntas esa tarde:
-¿Permisos para disfrutar del
monte?
-Sí, está todo controlado y la
verdad que me preocupa.
-¿Qué te preocupa? ¿Me vas a decir
que te pueden poner una multa por acampar? ¡Venga ya!
-Multas no me van a poner, tanto
Eva como yo trabajamos en medio ambiente y conocemos a la plantilla que vigila
y controla parte del norte y el este.
-¿Entonces que te preocupa?
- Eva no pudo venir por un conato
de incendio en Tejeda, probablemente no haya nadie o muy pocas personas
controlando esta zona, no saben que estamos nosotras por aquí y además hay muy
poca cobertura para el móvil.
- ¡Eva lo sabe! No te preocupes, seguro
que está al tanto de nosotras.
- Eva es muy despistada y si
encima le pones un incendio que no se sabe la gravedad peor me lo pones.
-Eres su amiga, te tendrá en
cuenta.
-Supuestamente soy más que eso, o al menos lo era.- Nos miramos a la cara, vi su rostro naranja por el atardecer. Me dijo
algo con la mirada que no supe interpretar. Encogió las piernas, se apoyó en
sus rodillas, suelta un suspiro. – Yo no sé porque te estoy diciendo esto pero
necesito contarlo. – Me acerqué a ella, me preocupé en escucharla y querer
entenderla. – Hace un mes que dejé a Eva. Fue mi pareja durante 8 años y de
repente dejó de ser lo mejor de mi vida.- La miraba directamente a sus ojos,
mientras ella evitando mi firme mirada seguía hablando de cómo sintió un vacío
inmenso y el cuerpo y su alma le pedía salir de allí.- Eva no estaba en casa,
se pasaba casi todo el día en reuniones, en expediciones, cursos y yo no quiero
ser la que frene su curiosidad y su afán de ser mejor en su trabajo. Ella y yo
nos conocimos siendo lo mismo; con la diferencia de que yo he llegado a donde
quiero llegar y ella no sabe a donde quiere llegar. A veces parece que no sabe
lo que quiere.- No sabía como reaccionar, me decía algo que realmente era triste
pero ella no lo estaba. Nunca he pasado por su situación, aunque creo que fui
la “Eva” de Jorge. Mi todo era la carrera, el trabajo, prácticas y beca. Cierto
es que traté a Jorge como a alguien que siempre iba a estar ahí para mi, y
aunque me di cuenta de que eso no es así, no me dolió tanto como el pensar que
iba a perder a Raquel o el creer que estuve en medio de ellos dos.
En mitad de mi egocéntrico
pensamiento, Guaci me pregunta en que es lo que pienso y le empiezo a contar:
-La verdad es que es extraño. Al
escucharte me he visto a mi como Eva. – Guaci saca unos cacharritos que dan luz
tenue y potes de compota para cenar. En ese momento supe que pronto se volvería
a escabullir y mientras sigo hablando. – Tuve un novio y me dejó por mi amiga.-
Ella asintió, como si para ella fuera la cosa más normal del mundo. – Yo me
sentí mal porque perdí a mi amiga, no a mi novio y además creo que estuve
durante muchos años impidiendo su relación.
-¿Has hablado de eso con ellos?-
Dijo antes de lamer suavemente la tapa de la compota mientras me miraba. –
Quizás esa amistad no se pierda, si lo único que te fastidia del tema es tu
amiga claro. Otra cosa es la posibilidad de que no estés siendo clara contigo
¡Clara!. – Me miró y sonrió antes de meterse en su boca una buena cucharada de
fruta triturada.
- Sí, estoy siendo muy sincera
conmigo misma. De hecho me estoy dando cuenta de que puedo ser lesbiana o algo
de eso. No sé como llamarlo, sólo sé que es algo nuevo que pensaba que no
estaba en mi. – Ella sonríe, me mira y se vuelve a reír.
- Crees que puedes ser lesbiana,
ya. Dime ¿Qué es el ser lesbiana Clara?- me miró y sin parar de comer me contó. -Yo tengo 39 años y me enteré de que las
mujeres podrían atraerse sexualmente con 27, con 29 supe que podría enamorarme
de una y con 32 escogía a las personas por su sexo para enamorarme o para pasar
un buen rato. Pero prácticamente desde hace 10 años he estado con mujeres.-
Mirando para su botecito de frutas con una sonrisa, yo me puse nerviosa y
decidí abrir el mío. Tardé unos minutos de reloj, en volver a abrir la boca y
puse de ejemplo algo que me había pasado muy reciente.
-Soy lesbiana Guaci y te voy a
decir el por qué. Cuando entré en tu casa me fijé en cosas que de un hombre
jamás me fijaría, cuando haces algo te observo de una manera muy peculiar y
hasta incluso de manera lasciva. He sentido ciertas cosas en mi cuerpo que no
consigo procesar en mi mente. Desde esta mañana hasta ahora mismo te veo como
una persona besable.
-¿Cómo? ¿Besable? – Asombrada,
alegre, divertida, creía que se había incomodado y me puse roja por un segundo.
Ella se acomodó y me miró de frente, colocando hacia mi cara una de esas
linternas que nos estaba alumbrando. - ¿Te refieres a que te gustaría besarme?
- ¡Sí! Y no para experimentar,
bueno sí pero estoy segura que después del beso irán las manos y ahí no estoy
segura de como reaccionaré. – Estaba totalmente desconcertada pero no perdía la
sonrisa. Ante mi declaración cándida y totalmente humilde, no sabía que decir
pero reaccionó de la mejor manera posible para mí.
- ¿Alguna vez has amado? - Pasa su mano por mis hombros y me abraza
fuerte, yo recuerdo que mi mano derecha agarraba su cintura de manera firme y
decidida, llegó un momento en que sabía que iba a dormir con ella en esa
miniatura de caseta de campaña y no me dio miedo soltarla cuando se acercó a
besar mi hombro.
- No sé, tampoco sé si me han
amado.- Tartamudeé al notar sus labios rozar mi hombro; sólo era mi hombro y mi
cuerpo se batía como el centrifugado de una lavadora. Quizá la comparación no
sea muy acertada; pero si se acuerdan el sonido de la lavadora en el momento del
centrifugado quizá me puedan entender.
- ¡Cómete eso y vamos a descansar!
Mañana al amanecer tenemos que estar en marcha. Nos queda mucho camino. – Se levanta
apoyándose en mí, se lleva una linternita y a mitad de camino, se da la vuelta –
Por cierto, voy al baño – Vuelve a sonreír y yo con ella.
Me quedé un buen rato observando
las luces de la isla vecina y pensando en Raquel. En las noches que pasamos
durmiendo juntas y en todos los caprichos que me concedía porque yo no era
capaz de conocerme a mí misma. Dormía conmigo, a veces nos duchábamos juntas, nos
decíamos con que ropa nos tendríamos que vestir e incluso me llegaba a dar consejos
para mi relación con Jorge. Me decía que él no estaba bien conmigo, la verdad
es que tampoco me importaba, veía a Jorge como un amigo más y además el sexo
empezó a ser aburrido hace mucho tiempo, de hecho desde hacía meses no
teníamos; pero claro no era con él con quien yo quería tenerlo.
Vuelve Guaci y la ignoro durante
un momento. Ella se acerca, me da la última cucharada y entre risas me obliga a
ir a la caseta a dormir. Una vez dentro de la caseta, ambas casi desnudas,
Guaci me dice que me abrigue:
-¡Ponte algo de ropa muchacha! Que
en cuanto el cuerpo se enfríe vas a notar la humedad de la noche.
-¡Que frío ni que frío! – elevé mi
cabeza para mirarla de frente, no me creía que fuera a hacer frío - ¿Cómo voy a pasar frío si estamos dos personas
en una caseta minúscula? Prácticamente estamos respirando el mismo dióxido de
carbono.- Ella empezó a reír y me miraba con cara de esa persona tierna que dan
ganas de acariciar, abrazar y no soltar.
- Quizá tengas razón. Buenas
noches. – Apagó las luces y se acostó. Se puso una especie de sábana por encima
de la cabeza. ”Buenas noches” susurré intentando ser lo más delicada que creía
que podía ser. Yo intenté dormir y me quedé dormida; pero el frío entró en mi
espalda. No sé cómo Guaci se dio cuenta pero me tapó con parte de su cubierta,
se arrimó a mi espalda y pasando su brazo por mi cintura posó su mano en mi
vientre. “Que frío ni que frio. ¡Cabesúa!” dijo divertida. Ambas reímos, cogí
su mano, me abrazó, acercó su cara a mi nuca y en esa nube me quedé dormida.
Soñar nunca sobra pero esa noche
el sueño fue estando despierta.
Si sientes que algo te escarabajea dentro, pidiéndote libertad, abre el chorro y déjalo correr tal y como brote. Miguel de Unamuno |
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