En la luna de Tejeda (Cap. 6)

Caminamos durante cuatro horas más. El buen humor, las bromas y la superficial conversación que teníamos fue la reina del camino. “Estamos llegando a Tirma” comentó y yo feliz de caminar por un paraíso, en el cuál no sabía que clima iba a encontrar, no reaccioné al oír ese nombre extraño. No me imaginaba lo que me iba a encontrar y mucho menos así, de sopetón. Resulta que Tirma es una ladera, ¡no! es un acantilado. Es la única zona costera del municipio de Artenara y el cambio de panorámica al presentarte en su talud es impactante. Empezaba a atardecer y se veía una nube de polvo, la calima como lo llaman los canarios, pero al fondo se podía vislumbrar la isla de Tenerife con el Teide imponente. “Forma erótica por excelencia” no paraba de repetirme Guaci, mientras le cambiaba la cara y reía con ojos de pícara. Le gusta tanto la forma de esa montaña cómo un pecho de verdad.

Llegamos a una parte pelada, no había vegetación, si acaso algún árbol y a sus pies aprovechamos para armar la caseta de campaña y montar un pequeño refugio. Guaci estaba nerviosa porque no llegó a sacar el permiso de acampada; la verdad que no entendía el por qué tienen tantas restricciones para disfrutar de la naturaleza en Canarias y la volví loca a preguntas esa tarde:

-¿Permisos para disfrutar del monte?

-Sí, está todo controlado y la verdad que me preocupa.

-¿Qué te preocupa? ¿Me vas a decir que te pueden poner una multa por acampar? ¡Venga ya!

-Multas no me van a poner, tanto Eva como yo trabajamos en medio ambiente y conocemos a la plantilla que vigila y controla parte del norte y el este.

-¿Entonces que te preocupa?

- Eva no pudo venir por un conato de incendio en Tejeda, probablemente no haya nadie o muy pocas personas controlando esta zona, no saben que estamos nosotras por aquí y además hay muy poca cobertura para el móvil.

- ¡Eva lo sabe! No te preocupes, seguro que está al tanto de nosotras.

- Eva es muy despistada y si encima le pones un incendio que no se sabe la gravedad peor me lo pones.

-Eres su amiga, te tendrá en cuenta.

-Supuestamente soy más que eso, o al menos lo era.- Nos miramos a la cara, vi su rostro naranja por el atardecer. Me dijo algo con la mirada que no supe interpretar. Encogió las piernas, se apoyó en sus rodillas, suelta un suspiro. – Yo no sé porque te estoy diciendo esto pero necesito contarlo. – Me acerqué a ella, me preocupé en escucharla y querer entenderla. – Hace un mes que dejé a Eva. Fue mi pareja durante 8 años y de repente dejó de ser lo mejor de mi vida.- La miraba directamente a sus ojos, mientras ella evitando mi firme mirada seguía hablando de cómo sintió un vacío inmenso y el cuerpo y su alma le pedía salir de allí.- Eva no estaba en casa, se pasaba casi todo el día en reuniones, en expediciones, cursos y yo no quiero ser la que frene su curiosidad y su afán de ser mejor en su trabajo. Ella y yo nos conocimos siendo lo mismo; con la diferencia de que yo he llegado a donde quiero llegar y ella no sabe a donde quiere llegar. A veces parece que no sabe lo que quiere.- No sabía como reaccionar, me decía algo que realmente era triste pero ella no lo estaba. Nunca he pasado por su situación, aunque creo que fui la “Eva” de Jorge. Mi todo era la carrera, el trabajo, prácticas y beca. Cierto es que traté a Jorge como a alguien que siempre iba a estar ahí para mi, y aunque me di cuenta de que eso no es así, no me dolió tanto como el pensar que iba a perder a Raquel o el creer que estuve en medio de ellos dos.

En mitad de mi egocéntrico pensamiento, Guaci me pregunta en que es lo que pienso y le empiezo a contar:

-La verdad es que es extraño. Al escucharte me he visto a mi como Eva. – Guaci saca unos cacharritos que dan luz tenue y potes de compota para cenar. En ese momento supe que pronto se volvería a escabullir y mientras sigo hablando. – Tuve un novio y me dejó por mi amiga.- Ella asintió, como si para ella fuera la cosa más normal del mundo. – Yo me sentí mal porque perdí a mi amiga, no a mi novio y además creo que estuve durante muchos años impidiendo su relación.

-¿Has hablado de eso con ellos?- Dijo antes de lamer suavemente la tapa de la compota mientras me miraba. – Quizás esa amistad no se pierda, si lo único que te fastidia del tema es tu amiga claro. Otra cosa es la posibilidad de que no estés siendo clara contigo ¡Clara!. – Me miró y sonrió antes de meterse en su boca una buena cucharada de fruta triturada.

- Sí, estoy siendo muy sincera conmigo misma. De hecho me estoy dando cuenta de que puedo ser lesbiana o algo de eso. No sé como llamarlo, sólo sé que es algo nuevo que pensaba que no estaba en mi. – Ella sonríe, me mira y se vuelve a reír.

- Crees que puedes ser lesbiana, ya. Dime ¿Qué es el ser lesbiana Clara?- me miró y sin parar de comer me contó. -Yo tengo 39 años y me enteré de que las mujeres podrían atraerse sexualmente con 27, con 29 supe que podría enamorarme de una y con 32 escogía a las personas por su sexo para enamorarme o para pasar un buen rato. Pero prácticamente desde hace 10 años he estado con mujeres.- Mirando para su botecito de frutas con una sonrisa, yo me puse nerviosa y decidí abrir el mío. Tardé unos minutos de reloj, en volver a abrir la boca y puse de ejemplo algo que me había pasado muy reciente.

-Soy lesbiana Guaci y te voy a decir el por qué. Cuando entré en tu casa me fijé en cosas que de un hombre jamás me fijaría, cuando haces algo te observo de una manera muy peculiar y hasta incluso de manera lasciva. He sentido ciertas cosas en mi cuerpo que no consigo procesar en mi mente. Desde esta mañana hasta ahora mismo te veo como una persona besable.

-¿Cómo? ¿Besable? – Asombrada, alegre, divertida, creía que se había incomodado y me puse roja por un segundo. Ella se acomodó y me miró de frente, colocando hacia mi cara una de esas linternas que nos estaba alumbrando. - ¿Te refieres a que te gustaría besarme?

- ¡Sí! Y no para experimentar, bueno sí pero estoy segura que después del beso irán las manos y ahí no estoy segura de como reaccionaré. – Estaba totalmente desconcertada pero no perdía la sonrisa. Ante mi declaración cándida y totalmente humilde, no sabía que decir pero reaccionó de la mejor manera posible para mí.

- ¿Alguna vez has amado?  - Pasa su mano por mis hombros y me abraza fuerte, yo recuerdo que mi mano derecha agarraba su cintura de manera firme y decidida, llegó un momento en que sabía que iba a dormir con ella en esa miniatura de caseta de campaña y no me dio miedo soltarla cuando se acercó a besar mi hombro.

- No sé, tampoco sé si me han amado.- Tartamudeé al notar sus labios rozar mi hombro; sólo era mi hombro y mi cuerpo se batía como el centrifugado de una lavadora. Quizá la comparación no sea muy acertada; pero si se acuerdan el sonido de la lavadora en el momento del centrifugado quizá me puedan entender.

- ¡Cómete eso y vamos a descansar! Mañana al amanecer tenemos que estar en marcha. Nos queda mucho camino. – Se levanta apoyándose en mí, se lleva una linternita y a mitad de camino, se da la vuelta – Por cierto, voy al baño – Vuelve a sonreír y yo con ella.

Me quedé un buen rato observando las luces de la isla vecina y pensando en Raquel. En las noches que pasamos durmiendo juntas y en todos los caprichos que me concedía porque yo no era capaz de conocerme a mí misma. Dormía conmigo, a veces nos duchábamos juntas, nos decíamos con que ropa nos tendríamos que vestir e incluso me llegaba a dar consejos para mi relación con Jorge. Me decía que él no estaba bien conmigo, la verdad es que tampoco me importaba, veía a Jorge como un amigo más y además el sexo empezó a ser aburrido hace mucho tiempo, de hecho desde hacía meses no teníamos; pero claro no era con él con quien yo quería tenerlo.

Vuelve Guaci y la ignoro durante un momento. Ella se acerca, me da la última cucharada y entre risas me obliga a ir a la caseta a dormir. Una vez dentro de la caseta, ambas casi desnudas, Guaci me dice que me abrigue:

-¡Ponte algo de ropa muchacha! Que en cuanto el cuerpo se enfríe vas a notar la humedad de la noche.

-¡Que frío ni que frío! – elevé mi cabeza para mirarla de frente, no me creía que fuera a hacer frío -  ¿Cómo voy a pasar frío si estamos dos personas en una caseta minúscula? Prácticamente estamos respirando el mismo dióxido de carbono.- Ella empezó a reír y me miraba con cara de esa persona tierna que dan ganas de acariciar, abrazar y no soltar.

- Quizá tengas razón. Buenas noches. – Apagó las luces y se acostó. Se puso una especie de sábana por encima de la cabeza. ”Buenas noches” susurré intentando ser lo más delicada que creía que podía ser. Yo intenté dormir y me quedé dormida; pero el frío entró en mi espalda. No sé cómo Guaci se dio cuenta pero me tapó con parte de su cubierta, se arrimó a mi espalda y pasando su brazo por mi cintura posó su mano en mi vientre. “Que frío ni que frio. ¡Cabesúa!” dijo divertida. Ambas reímos, cogí su mano, me abrazó, acercó su cara a mi nuca y en esa nube me quedé dormida.

Soñar nunca sobra pero esa noche el sueño fue estando despierta.  
    
Si sientes que algo te escarabajea dentro, pidiéndote libertad, abre el chorro y déjalo correr tal y como brote.
Miguel de Unamuno

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