Había una
parte en mí que no lograba recordar. Guaci me decía que vine aquí de vacaciones
desde Madrid pero no recordaba nada de eso. No sabía de dónde venía, ni quien
era mi familia, amigos, mi casa en Madrid o con quien vivía. No recordaba mi
vida antes de llegar a Artenara, sólo recordaba el mar, el sol cálido, las
vistas desde los acantilados, el mirador de Unamuno y el Gran Cañón de las Canarias.
Ese valle abrupto, marrón, con monumentos arqueológicos coronando sus cimas,
con un pasado enriquecedor de batallas y un presente escaso en interés. Ese
valle que caminaban de un municipio a otro en busca de agua, comida, médicos y
nuevas vidas en la ciudad. En ese valle me perdí, al lado de Unamuno me apoyé
en la barandilla y clavé mi mirada en el Roque Bentayga. La luz que incidía
sobre él no me dejaba pensar y ver esa bella figura me hacía pensar: “si tenía
familia muy tristes deben estar” pero mi móvil no tenía mensajes ni llamadas
perdidas; “¿Que clase de persona soy yo que nadie me quiere y a nadie le
importo ya? Sólo a esta pobre mujer que quizás la engañé para que me quisiera”.
Eso pensaba antes de acordarme de quela persona más importante en mi vida es
Guaci:
-¿Qué haces
aquí? ¿Le haces compañía a Miguelín? – Apareció Guaci cogiéndome del brazo y
mirando a lo lejos como yo. Con una sonrisa radiante, con pantalones vaqueros,
camiseta negra de manga hueca y botas negras, gafas de sol y pelo suelto.
Nos
miramos y sonreímos. No contesté a su
pregunta. Me había quedado con ella en su casa esos días pero no conseguía
sentirme del todo bien; ella fue y es magnífica, siempre comprendiendo y
entendiendo. Sus muestras de cariño fueron contadas y sé que se sentía muy
reprimida; pero allí estábamos las dos, viendo como el sol se va, con nuestras
manos agarradas, calladas, yo notaba como ella me miraba y deseaba decirme algo
que nunca supe. Así que yo quise soltar una frase bonita, algo lindo que
regalarle a ella. Algo que, si en algún momento nos perdíamos, pudiera
recordarme. La miré a esos ojos brillantes y quise decirle algo sin sentido
titubeé, nos reímos, me dio un poco de vergüenza y Guaci preguntó - ¿Dónde está
la luna esta noche? Se ha escondido de nosotras.
-No puede
ser, seguro que está por algún lado – Nos pusimos a buscar en todo el cielo,
girando sobre nosotras mismas, Guaci se alongó en mi escote y buscó la luna
ahí. Reíamos, nos abrazábamos y nos tranquilizaba tanto el estar juntas que
todo lo demás me daba igual, la persona que quería y quiero estaba en ese
momento buscando la luna en mi pecho, ni la menos loca tendría el ingenio, ni
sería tan genuina cómo para hacerme entender en un gesto que he de tenerla
siempre conmigo. Entonces reaccioné:
-Estamos
en la luna.
-¿Así que
estamos en la luna porque estamos en ella?
- Eso es,
estamos en la luna de Tejeda.
- Clara te
recuerdo que vivimos en Artenara.
- Ya pero
te recuerdo que la buscábamos por encima del Bentayga y del Nublo y te recuerdo
que aquella zona de allí es Tejeda ¿No? – Recuerdo que dudé, en ese momento
supe que no sabía cómo se llamaba el o los municipios que teníamos en frente
pero acerté y ella se sorprendió.
- Así que
estamos en la luna que debería de estar coronando Tejeda.
- No, no.
Estamos en la luna de Tejeda o por lo menos yo ahora mismo estoy en la luna
contigo. – Nos miramos fijamente a los ojos y nuestras vidas se unieron en un
para siempre, ya que ese momento lo recordaremos los dos el resto de nuestras
vidas. Creo que el alzheimer podrá con ello, ni siquiera futuras amantes o
parejas. Ese siempre será el momento mágico de nuestras vidas.
A la
mañana siguiente Guaci se levantó temprano e hizo unas llamadas a Madrid. Estuvo
varias horas al teléfono, mientras tanto yo me hacía la dormida. Estaba
averiguando cosas de mí, de mi familia, de mi trabajo, de mis amigos, de mi “pareja”,
quiso saberlo todo para luego contármelo. Cuando ya empecé a pensar que algo
extraño podría estar pasando me levanté de la cama y fui hacia ella. Cómo una
gata me acerqué por detrás y posé mis manos en sus hombros, suaves, cálidos
pero inesperados:
-¡Que
susto muchacha! – Se llevó la mano al pecho mientras se daba la vuelta. Vio que
reía y decidió verme más de cerca. Se sentó de lado en la silla y me dijo – Siéntate
aquí, conmigo – dando pequeños golpes en sus muslos desnudos. Yo accedí a
sentarme, rodeé su cabeza con mis brazos y besé su boca cálida y tierna. Sus
manos rodeaban mi cintura y poco a poco se adueñaban de mi cuerpo.
-¿Tienes
algo que contarme? – Le dije sin vacilar e intentando no cortar el ambiente que
habíamos creado pero ella cambió de registro y
no pudo mentirme.
- Tengo
muchas cosas que contarte. Unas buenas, otras no tanto pero tienes que decidir
si quieres que te lo cuente ahora o más tarde. - Mi mente
dio un giro fuerte y decidí sentarme en la silla que estaba a su lado. Ella
entendió que quería saberlo ya y empezó por el tema familiar:
-Nos
preguntamos ambas cuál es la razón por la que tu familia no se ha preocupado
por ti y la razón es que no tienes hermanos, ni padres. Eras hija única y tus
padres fallecieron en un accidente de tráfico y nadie te reclamó, Creciste en
una casa de acogida hasta los cuatro años y luego pasaste de familia en
familia, hasta que a los trece te metieron en un centro. Me han dicho que
entablaste una amistad muy fuerte con Jorge y Raquel. Creo que ese Jorge es tu
novio y esa Raquel es tu mejor amiga. – Mientras Guaci me decía todo eso yo me
sumía en un mundo de recuerdos donde todo me golpeaba, empezaba a recordar a
Raquel, todas esas noches sin dormir, bebiendo, estudiando, comprando ropa,
haciendo travesuras a las cuidadoras y recordé, cuando cumplí los dieciocho
años, como el estado nos ofrece una miseria mensual a cambio de estudiar,
prácticamente nos dan una patada. Recordé como me sentía con Jorge y recordé
que me dejó por Raquel y sonreí.
-Sé que no
es fácil pero tenemos que ir a Madrid a arreglar algunas cosas. Me imagino que
Jorge y Raquel querrán saber de ti.
- No hay
nada que arreglar terminé el master y no se me ha perdido nada en
Madrid y a parte de ver la ciudad más bonita del mundo, no sé que haría yo allí
- Reí con socarronería mientras veía esa
dulce luz que me alumbraba con la sonrisa más linda que he visto en mi vida.
-Has
vuelto más chula que nunca – se muerde el labio inferior, nos miramos y me
guiña un ojo y acto seguido el otro – Me gusta que seas así de chula, muestras
esa ternura que no quieres enseñar.
-Muestro
la ternura que tu me haces sacar.
Nos
enredamos en un beso, en caricias y en una magia lunar, o lunática, que después
de algunos años seguimos disfrutando. De vez en cuando Guaci tiene que volver
al hospital para revisar su médula y yo cada invierno me quejo del frio, de la
humedad y de la estupenda publicidad que le hacen en península a las Canarias.
Que frío hace pero muy diferente.
Después de
nuestra aventura intentamos ir cada año en las mismas fechas a Güigüi para
conmemorar eso de renacer, y demás pijadas que en mi caso es bastante certero y
en el de ella también.
Por último
decir que el mejor sitio del mundo es Artenara aunque su luna sea la de Tejeda.
No es tan difícil de entender pero a veces Guaci me sigue preguntando
“¿Por qué
la luna no es de Artenara?”
FIN
"La locura, la verdadera locura, nos está haciendo mucha falta, a ver si nos cura de esta peste del sentido común que nos tiene a cada uno ahogado el propio" - Miguel de Unamuno |
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