Mi vida era paz, armonía, amor, susurros, caricias y ganas, muchas ganas de estar despierta, viva, alegre, sensible y descansada. Vivía en nuestra casa, pagábamos nuestra hipoteca, teníamos un coche y una bici que pagábamos rigurosamente al mes, dos perros maravillosos que nos daban la alegría, sustos, cansancio y ruina justas para sentirnos privilegiadas en este mundo donde parecíamos estar en una burbuja. Pagábamos seguros, seguro de la casa, del coche, de la bicicleta (más bien de la que usara la bicicleta), seguros para los perros (ya que son PPP), seguros de vida y el seguro de decesos (la funeraria).
Teníamos nuestra vida planeada, perfecta. Ahorros para alguno de los dos sueños de nuestra vida y planes semanales para pasarlo lo mejor posible sin gastarnos tanto dinero y así ahorrar. A ella le encantaba la música en directo y a mí el teatro. Intentábamos hacer todo lo que queríamos sin dejar de ahorrar. Nuestros días empezaban con alegría, mucha alegría. Alegría por abrir los ojos, verla a mi lado, por poder tocarla, compartir el calorcito del edredón, por besarla y por remolonear en la cama mientras ella me levantaba quitándome las sábanas. Iba a la cocina, empezaba a preparar el café y el pan para los sándwich que quizás comeríamos antes de ir al trabajo. Cuando ella termina en el baño viene a la cocina, me hace el relevo pero antes la ataco en un tierno abordamiento de caricias por todo el cuerpo, besos y mordiscos, metidas de mano rápidas, ella roja, avergonzada, risueña y contenta de sentirse amada, deseada y parte de mi vida intenta quitarse mis manos de pulpo ya que no queremos llegar tarde a "esa actividad obligatoria, que no siempre nos gusta y nos da de comer". Siempre íbamos juntas. Mi lugar de trabajo estaba una manzana antes que el de ella y teníamos la suerte de que nuestro horario era el mismo. Entrábamos a trabajar a las 8 de la mañana y salíamos a las 14:30. En realidad deberíamos salir a las 14:00 pero siempre teníamos cosas que hacer para no salir a nuestra hora. Mi tarea pendiente para salir a las y media era esperar por ella. Digamos que no regalo mi tiempo a quien no lo valora y además trabajamos muchos días por la tarde. Ella era tan responsable y disfrutaba tanto con su trabajo que no se daba cuenta muchas veces de la hora que era. Siempre estaba pensando, inventando, meditando, estudiando, reflexionando en algo nuevo para su trabajo para que sus niños aprendieran con la mayor diversión posible. Le encantaba jugar con los niños, enseñándoles, haciéndoles descubrir cosas y a veces descubriendo con ellos. Me fascinaba su dedicación pero no cuando la esperaba al salir del trabajo.
Discutíamos mucho pero la mayoría de las veces negociábamos y conseguíamos ponernos de acuerdo. Nunca dejé que se fuera enfadada a dormir y jamás permitió que pasara una noche enfadada con ella. Siempre decía que el sueño era muy importante porque nos ayuda a poner lo que hemos aprendido en su sitio, el sueño nos ayuda a asimilar situaciones, emociones, actitudes y nuevos recuerdos, por lo tanto que mejor que lo que siga en su sitio fuera algo bueno, o mejor, sobre nosotras.
En la última semana, recuerdo, ella no estaba tan contenta. Al principio pensaba que ya se le pasaría pero la situación se agravó en cuestión de horas. No me di cuenta de lo que pasaba hasta que en un ataque se ansiedad con hiperventilación, llorando y con los puños cerrados me contó su angustia:
- No puedo seguir con esto. Estoy harta de tanto agobio. Necesito tiempo para mí. Todo mi tiempo libre está ligado a ti y no puedo seguir con esta vida. - Sin gritar, sin mirarme a los ojos porque no podía abrirlos, sus lágrimas recorrían su rostro enrojecido por el esfuerzo, su boca desfigurada por todo aquello que sentía y costaba decirme, su cuerpo tenso por hacer aquello que le daba tanto miedo e inseguridad y mientras yo enfrente, sin darme cuenta de nada, sin pararme a sentirla, me sentí perder todo aquello por lo que ambas luchamos, construimos desde hace tantos años.
- ¿Pero que estás diciéndome? ¿Ya no me quieres? ¿No quieres estar conmigo? - apenas supe balbucear esas frases. No sabía que hacer, que decir, como sentirme y a la vez me comía una ola de miedo atroz.
- ¿No ves cómo estoy? Sólo te importa si te voy a dejar, ni siquiera me preguntas el ¿Por qué? Te preocupas por ti. Me siento tan agobiada con todo y no encuentro apoyo por tu parte. Actúas como si todo fuera responsabilidad mía y es de las dos. - Estaba susurrando, apretando sus dientes. sentí miedo. No sólo ha dejado de quererme, sino que además, me ha empezado a odiar.
Muy interesante esta primera parte.
ResponderEliminarSuper interesante esta primera parte ya esperando la continuación...
ResponderEliminarMe encanta. Estoy esperando la segunda parte que bello y brindo siempre por la diversidad de género.
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