Nuestro sueño 5

 Al salir del hospital estaba perdida. En una hora Melanie iba a mi casa a buscarme y no sabía cómo llegar. Era de noche, no había ni un alma. Miré hacia arriba y vi el cielo negro, totalmente negro, ni una estrella aunque con las luces del exterior del hospital poco iba a ver. Hacía años que no estaba fuera de casa por la noche. Hacía años que no me relacionaba con otras personas que no fueran las justas y las justas eran Iris y los compañeros del trabajo. Mi familia parecía ausente, o yo las ausentaba, mientras la familia de Iris parecía estorbar. Cuando llegaba el fin de semana y podía estar todo el tiempo con ella, aparecía la familia. Tanto su familia, cómo la mía. Ella ama a su madre y yo amo a Iris. Mi madre me quiere y yo a ella pero ¿Con una vez al mes no basta? Intento siempre tener todo etiquetado, organizado, estructurado y cuando llega el fin de semana los planes ya no sirven. Que si mis sobrinos están malos, que si mi madre quiere que vayamos, que si se reúne la familia ¿Y a mí qué? Hemos quedado que a las madre se les visita el primer domingo de mes; y si no es mi suegra, es mi madre "Que poco nos vienes a ver" o nuestros hermanos "Tu sobrino ha preguntado por ti" o tus amigos "¿Dónde te metes? Desaparecida, estás hecha un murciélago que no sale de su cueva". Sí, mi casa es mi cueva. La relación con los demás me es diferente a la de las personas <normales>, no me gusta que me pregunten sobre mi vida, tampoco me importa la vida de los demás, dejo que hablen y pocas veces escucho. Cuando voy a casa de mi madre y me habla de  mis hermanos, amigos o vecinos casi no la escucho y si puedo me voy, aprovecho para despedirme y largarme. Mi madre ya me conoce, la madre de Iris no me soporta y las amigas de Iris tampoco. Imagino que Melanie me habla sólo por Iris, por ayudarla a ella y no a mí. Aunque, no sé si necesito su ayuda porque ni siquiera sé que carajo hacer.

Empiezo a tener frío y me muevo por la acera que delimita el centro hospitalario, empieza a levantarse viento frío y me abrazo intentando proteger mis brazos. Veo unas paradas de transporte público y me acerco, para así poder esquivar el viento. En la marquesina hay carteles de líneas interurbanas. Enciendo la luz de la linterna del móvil para poder ver algo y lo que veo, es que, no va a pasar ninguna guagua por aquí, ya es tarde, muy tarde. En mi pequeña desesperación meto mis manos en los bolsillos para calentarlas y descubro un papel arrugado. Es el papel donde el taxista amable apuntó su número de teléfono. Se iluminó mi cara y llamé:

- ¡Hola buenas noches! Hace unas horas me dejó en el hospital. Escribió su número de teléfono y me preguntaba si podría llevarme a mi casa.

- ¿Señora? ¿Ha visto usted la hora? - parecía malhumorado, probablemente lo habré despertado pero no es mi problema, él fue quien me dio su número de teléfono.

- Sí, he visto la hora y es por eso que he contactado con usted porque no hay nadie más.

- Llame a la cooperativa de taxis y déjeme en paz. - está malhumorado pero  no es mi problema ¿por qué habrá dicho que podría llamarlo si lo necesitaba?

- Usted me dijo que lo llamara si lo necesitaba.

- ¿Sabe usted lo que es ser amable? ¿Sabe usted lo que es ser empático? ¿Sabe usted lo que significa el horario para una persona con tantos problemas como los que le he contado? ¿Ha podido pensar que mañana me levanto temprano para llevar a mis hijas a la guardería y el colegio? ¿Ha podido pensar que ha podido despertar a mi mujer enferma? No, sólo ha pensado que usted necesita ayuda. Buenas noches señora, espero que todo le vaya bien.

Colgó. Parecía cómo si me hubiera colgado con un teléfono de esos antiguos, que cuelgas de un golpe cuando estabas enfadada. No entendía nada, no entiendo cuando me dicen algo que puedo hacer y cuando lo hago, resulta que hay matices, condiciones que me coartan al hacer uso de lo que ya me han dado permiso. Iris a veces me dice que soy el amor de su vida, que me ama más que a nada pero siempre predica que nos tenemos que amar más a nosotros mismos que a nadie. También es verdad que muchas veces me tilda de egoísta e intransigente por la misma razón. "Iris, hay tantas cosas que no he llegado a entender, que creo que quien lo entienda es un súper héroe o un erudito. Creo que a veces no sabemos expresarnos o escucharnos, no sé yo". Busco en mi móvil la cooperativa de taxis y llamo para que me vayan a buscar y me paso más de 10 minutos al aparato escuchando "La Primavera" de Vivaldi. "Me cago en todo" cuando llevaba por los 15 minutos llamo a Melanie:

- Hola Melanie, aún estoy en el hospital. ¿Podrías venir a buscarme de camino a casa? Por favor, no hay guaguas y tampoco encuentro taxi.

- ¡Claro! Perdona Nélida, no había caído en eso. Sí, en 5 minutos estoy por ahí.

- Gracias.

Me sentí comprendida, aliviada. Cuando colgué pude dar un suspiro que hinchó mi pecho de aire y al sacarlo afloraron gotas de desesperación en mi mirada. Me sentí débil, frágil, endeble y a la vez tan cobarde por no saber que hacer, ni siquiera sabía hacia donde caminar, en el caso de no tener otra alternativa, tampoco sabía a quien llamar, donde buscar, que hacer. Me sentía tan inútil, era tan inepta e inservible que el frío se metió aún más en mis huesos y al ver el coche de Melanie aparecer rompí a llorar de la emoción. Entré en su coche y llorando la abracé, creo que se sorprendió pero, sabiendo cómo es ella, probablemente me haya comprendido. 

- Vamos para tu casa. Te cambias de ropa, comes algo y vamos al puente a ver si vemos a los perros.

- ¿A qué puente? - Mis ojos iban a salirse de mis órbitas.

- Iris fue arrollada junto con más vehículos en el puente. Su coche fue uno de los pocos que no cayó al barranco. 

Me quedé asediada por el cúmulo de emociones. Melanie me miraba fijamente a los ojos, me empezaba a faltar el aire. Me vinieron imágenes de la chica sobre el muro llorando y no me di cuenta que allí mismo habían atendido a Iris, de vuelta a casa.

Mientras nos íbamos de allí, miraba fijamente a la marquesina de esa parada de guaguas al lado del hospital. Era oscura, fría e inútil. Me pregunté cuanta gente al día espera ahí su transporte y cuantas personas han dormido ahí por las noches esperando ese transporte que no llega. Por suerte puedo contar con una amiga que me sorprende al no dudar en ir a buscarme. Una amiga que no es mía pero hace las funciones. Sólo quiero poder hacer algo útil y parece que el camino es este. Allá vamos Zeus y Tron.

Dónde se encuentra el lugar de origen del que todos queremos huir.

“Hay diferentes clases de oscuridad. Está la oscuridad que asusta, la oscuridad que tranquiliza, la oscuridad inquieta, la oscuridad de los amantes y la oscuridad de los asesinos. Se convierte en lo que cada uno desea que sea, necesita que sea. No es totalmente mala ni totalmente buena.”

Sarah J. Maas: Una corte de niebla y furia.


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