Nuestro sueño 6

 Llegamos a casa y, sin demora, me cambié de ropa, comí una hamburguesa del día anterior y quise salir de casa:

- ¡Espera! Tenemos que esperar a los del Seprona.

- ¿Cómo? ¿Cuántas horas han pasado desde el accidente? ¿7 u 8 horas? Podrían estar agonizando, podrían haberse perdido ,o peor, podrían haberlos atropellados. Déjame ir ya.

En ese momento vimos unas luces de unos coches que se acercaban a mi casa. Salí inmediatamente al jardín y allí estaba un señor, abrigado hasta arriba pero sin uniforme. Venía a paso ligero hacia mí y yo iba hacia él:

- ¡Buenas noches agente! ¿Se sabe algo?

- ¡Buenas noches señora! hace unas 4 horas llamaron para denunciar la aparición de 3 perros mansos en carretera. Nos dijeron que eran perros grandes. Un doberman, pastor alemán y el tercero era negro y blanco. ¿Coincide alguno con sus perros ?

- El último puede ser Zeus parece un Husky pero Tron es mediano. Parece un pincher. ¿Podemos ir a buscarlos?

- A estas horas, sin luz , no deberíamos pero siempre viene bien una ayuda y más si eres amiga de Melanie.- Sonrie a Melanie y le guiña un ojo. No sabía que el amor pudiera hacerte trabajar, incluso estando fuera de servicio.

- Pues nos abrigamos y nos vamos ya, si no les importa. Que bastantes horas he perdido ya.

Cogí mi chaqueta, me la puse y entré de copiloto al primer coche patrulla. Los agentes no dijeron nada y me siguieron. El agente que condujo el vehículo en el que yo estaba era un chico guapo, joven, sonriente y muy hablador. En cuanto antes digo que no me gusta que me cuenten su vida, antes conozco a alguien que lo hace. Mientras yo pensaba "¿Cómo sabe que son mansos?" Menos mal que el puente no está lejos de casa y no le escuché mucho más.

Me dijo que me quedara en el coche, que no saliera. Dejaron los vehículos a un lado del arcén, justo por donde cayeron los vehículos. Tampoco podría salir muy fácilmente, ya que el muro que lo delimita tapona mi puerta. Había muy poca luz y el asfalto comenzaba estar húmedo del sereno de la madrugada. Empecé a mirar por todos lados. En esa hora no había casi circulación pero los guardias civiles se pusieron indumentaria reflectante y nos obligaron a llevarla a nosotras. Algo que es lógico, no tenía ganas de que me pusieran multa. 

Al salir del vehículo, me dieron una linterna y me ordenaron que no me fuera lejos de ellos, que estuviera siempre cerca, muy cerca pero no me pude controlar y empecé a llamar a Zeus y a Tron. Gritaba y volvía a gritar, en todas las direcciones. Mirábamos hacia todo lados e incluso en el barranco, que no estaba muy alto, por si veíamos algún movimiento pero no veíamos nada. Sólo veía una parte del muro rota, donde intuyo, cayeron los coches de los más afectados. Empecé a perder la esperanza y a desesperarme, comenzó a hacer viento y a llover. Llovió tan fuerte que enseguida nos calamos pero no cedí. Volví a gritar sus nombres, Melanie de acercó a mí, me agarró la mano y gritó junto a mí: "Zeus, Tron", una y otra vez, una y otra vez, sin cesar, sin dejar de buscar. Cuando uno de ellos nos piden que nos callemos: "¡Escuchen!". El otro agente fue corriendo para una parte del carretera y encuentra a tres perros grandes, cojos, caminando cómo podían y a una persona, parecía un vagabundo, una persona sin hogar, con otro perrito en brazos. 

No me lo puedo creer. Melanie llama enseguida a la clínica veterinaria y yo voy corriendo hacia mis perros. Zeus me reconoce y se para para mover su rabo, no puede más y se echa sobre su lomo. El perro que lleva el señor es Tron y no puede andar pero está vivo. Sólo nos falta mantenerlos con vida, curar las heridas que sean curables y espero que sean todas. Me vi feliz con mis dos perros, el señor me dijo que casi atropellan a los perros después del accidente porque nadie se hizo cargo de ellos. Estaban muy nerviosos y temían que les mordiera:

- ¿Y usted? ¿De dónde ha salido?

- Yo llevo mucho tiempo viviendo en la cueva que está al lado del puente. Vi a los perros que estaban perdidos entre los coches y pude hacerlos a un lado. Son muy buenos. Espero que vengan a buscar a los demás.- Con una voz temblorosa pero gentil, se preocupaba de la vida de los perritos del accidente pero él parecía no tener nada.

- Yo me haré cargo de los perros.- El guardia civil me mira y con media sonrisa me responde.

- No hace falta, nosotros nos encargamos de buscar a sus dueños. - poniéndome la mano en el hombro.

- ¿Y si sus dueños han muerto o han quedado incapaces? ¿Y si resulta que no los pueden localizar? - Cogí a Tron y me lo llevé al coche. Preparé el maletero y asientos traseros para los demás perros.

- ¡Espere! Desgraciadamente aún hay más perritos que puede salvar. - Me dice el señor señalándome a la cueva.- Muy pocos se hacen cargo de las mascotas en caso de accidente y realmente nadie está obligado a hacerse cargo de ellos. - se estaba emocionando y yo con él - he acogido a unos cuantos más en la cuevita y no pueden andar.

El agente y yo nos quedamos asombrados pero él reaccionó antes que yo y me dijo "¡Vamos!" en ese instante no dudé. Seguimos al señor a su cueva, que estaba justo en la otra parte del puente, donde llegábamos por una vereda. Al acercarnos a la cueva nos inundó un olor a miseria, donde seres vivos de diferentes especies sobreviven sin leyes que los vigile o proteja. Vimos a 3 galgos raquíticos y 4 cachorros. Se me cayó el mundo.

El agente empezó a hacerle preguntas al señor de cómo llegaron esos perros a ese barranco y desde cuando los tiene, yo los dejé hablar. Me desentendí del tema de la cuestión de cómo una persona sin recursos puede tener perros y me empecé a preguntar el "¿Cómo una persona que no tiene nada puede darlo todo?".

Me metí en su cueva, era su hogar. Tenía incluso una mesa de noche y una cama mugrienta, donde algunos perros le calentaba en la noche. Habían fotos suyas, un carnet de identidad, caducado, de un tal Jorge. Habían rastros de alguien, que tuvo una vida y prácticamente hoy es invisible. 

- ¿Es usted Jorge?- Me acerco a él.

- Hace tiempo que nadie me habla por mi nombre. Sí, señora. Yo soy Jorge.

- ¿Desde cuando vive usted aquí?

-Pues desde hace tiempo, ahora mismo no sé cuanto.- Al hombre se le escapan las lágrimas. - Sólo sé que enviudé y desde entonces estoy aquí.

- Usted también viene con nosotros.

- A ver si lo entendemos, somos el Seprona, no la Cruz Roja. - Me espeta el agente que nos acompañaba. Yo lo ignoré y decidí hablar el asunto con Melanie y su amigo que estaba arriba. El chico me sigue, parece estar enfadado pero no es mi problema, tampoco el mío, pero no va a ser él quien me diga que vale más la vida de unos animales que la de otro. 

Me acerco a Melanie y al amigo, están acostando y tranquilizando a los perros en un coche:

- Hemos encontrado a más perritos y a un señor. Su compañero dice que no podemos rescatar al señor. ¿Me podrían decir cual es la diferencia de un perro a un señor? - Los dos se quedan asombrados, mirándome, sin articular palabra.

- El caso del señor no es un caso del Seprona, es de asistencia social.

- Yo trabajo en el ayuntamiento y le puedo conseguir toda la asistencia social que precise para que deje de vivir en estas condiciones de mierda. ¿Por qué puedo llevar a los perros al veterinario y no al señor a un centro de salud?

- Claro que puedes ¿Quién te ha dicho que no? - Me pregunta el agente amigo de Melanie - No podemos dejarlo sin asistencia a menos que él rehúse pero deberíamos llamar a una ambulancia. ¿No crees?

- ¿Aunque no esté herido, ni tenga enfermedad?

- Sí, Nélida. ¿Quieres meter a esa persona en tu casa? No sabes si está enfermo o si puede hacerte algo. - Realmente estaba desbordada. Me ausenté de todo, no quise hablar con nadie y que nadie me mirara. Me di media vuelta y quise gritar. 

Resulta que vamos a buscar a mis perros y vemos que no es normal lo que hago, que simplemente hay quienes dejan morir a sus amigos en carretera, que se pierden, se desorientan, dicen, buscando a su "humano". Resulta que no solo encuentro a Zeus y a Tron, sino que además encuentro a 5 perros adultos y 4 cachorros, que han sobrevivido gracias a un señor, que malvive cerca del puente dónde Iris tuvo el accidente y resulta que ese señor, que sé que necesita ayuda, no lo puedo ayudar, a menos que él pida la ayuda. Pues bien, me doy la vuelta:

- Voy a hablar con él ¿Vale?

- Nélida, normalmente esta gente no quiere ayuda. - me dice el agente que descubrió conmigo la cueva.

- Nosotros te acompañamos y así subimos a los perros. -  Melanie se apiada de mí parece y me sonríe.

- Tú llévate estos perros al veterinario -  Le indica el amigo de Melanie a su binomio - Nélida ¿Tus perros tienen chip, verdad?-  le indico que sí con un movimiento de mi cabeza y me salió una sonrisa tan natural como complaciente.

Al caminar a la cueva Melanie me abraza y me dice en voz baja "Iris se sorprenderá mucho al saber lo que estás haciendo". Nos miramos y sonreímos. 

A veces el toque de atención que nos despierta es tan grande, que empezamos a ver por ojos de desconocidos y en ellos vemos tanto temor, que nuestros temores se hacen insignificantes ante nuestra propia existencia.


No sólo debemos aprender a pedir ayuda, también deberíamos aprender a ayudar sin juzgar y así no faltar el respeto a la identidad del individuo. No todos precisamos lo mismo.


 


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