Nuestro sueño 8


La Doctora revisó a Iris. Miró sus ojos, su pulsación, su estado general. Mientras Juanita y yo esperábamos intranquilas su veredicto. La Doctora no emitía sonido, no hacía ni una mueca. Nos miró y nos susurró "¿Pueden esperar fuera un minutito?"
Nos levantamos cómo resortes, nos fuimos fuera. Cuando llegamos al pasillo nos miramos con la cara de terror. Juanita me pasa la mano por la espalda y yo puse mis manos por sus hombros:

- Gracias por avisar Nélida. Siempre dudé de ti en este aspecto.

- Juanita, Iris es su hija, y lo que más quiere ella es que estemos a su lado. - Es verdad, siempre he sido tan hermética que no dejaba que nadie supiera nada de nosotras. No me gustaba que Juanita supiera de mi vida o cómo era porque sabía que no le iba a gustar, pero es la madre de Iris, no la podía dejar fuera en esto, por ella, por Iris.
Nos miramos y sonreímos, nos cogemos de manos y apretamos fuerte.
Viene la doctora, está leyendo un informe, nos mira mientras camina y sonríe:

- Le acabo de quitar la sedación. - Juanita y yo abrimos tanto los ojos que prefiere no mirarnos para poder decirnos el informe. - La monitorización cerebral es normal, las pulsaciones son normales y las heridas van cerrando y curando bien. Ahora toca esperar a que se despierte y ver como sigue, mientras tanto la mantendremos en UCI.- Sabíamos que no se debe hacer pero la abrazamos de la alegría y nervios que llevábamos dentro, encima y todos lados. La pobre doctora Bethancourt no sabía, si reír, llorar o quitarnos de encima pero optó por la primera opción y enseñó la más bonita sonrisa que tenía para nosotras.

- Gracias Doctora, es una buena noticia ¿Verdad? - Juanita con lágrimas en la cara, con la manos cogidas, pegadas a su pecho y un rostro de esperanza. Ese rostro de una madre que no sabe si va a perder a su hija, la vida se le va por pensar en ella. Recordarla, amarla, vivir y morir por ella, por su hija.

- Sí, cualquier avance es una buena noticia. - Yo sonreía, Juanita lloraba, le dábamos las gracias a la doctora mientras nos íbamos corriendo a la habitación.
Al llegar a la habitación empezamos a notar diferencias, ya no tenía el gotero, ni los monitores. Empezamos a ver como movía poco a poco los músculos de la cara, los dedos de la mano izquierda y sus párpados. Sabíamos que pronto nos tendríamos que ir pero queríamos estar allí, para cuando ella se despierte.


El despertar no siempre es cómo lo cuentan en películas, no te despiertas cómo las princesas Disney después del beso de un desconocido o cómo si estuvieras en casa. Después de casi dos días de sedación despiertas desorientada, sin saber nada, malhumorada o deprimida, con ganas de llorar, cabreada, agresiva, puedes tener alucinaciones y sobre todo puedes creer que estás siendo víctima de experimentos, secuestros o lo que en cada cabeza cabe. Iris despertó llorando, llamando a su madre. estaba fuera de sí. No conoció a Juanita de primeras pero pudo calmarse poco a poco. Tardó poco menos de media hora en estar calmada, abrazada a su madre. Lloraba e hiperventilaba, no sé si en algún momento pudo verme pero no me nombró. Opté por acercarme a ella y al verme me preguntó:

- ¿Aún me quieres? Tengo que estar horrible - Tenía la cara llena de aruñones, medio cuerpo vendado y la piel muy pálida, hablaba muy bajito y lento, muy lento.

- Te sienta muy bien estar viva cariño.
En ese instante reímos, de nervios, de alegría y de miedo, mucho miedo.

La enfermera me dijo que la doctora Bethancourt había decidido llevarla a planta, ya que ha despertado bien, reconoce a las personas de alrededor y a partir de ese momento podría seguir su recuperación en planta y, si no hay imprevistos, podrá hacerlo en casa dentro de algunos días.
"¡Genial!" pensé, dentro de poco volveré a tener a Iris en casa ¿Y a mi suegra? ¿Y a mi madre? ¿No podré hacerlo todo yo sola? Tendré que aguantarme por el bien de Iris y espero que podamos hablar con intimidad de aquello que hablamos y no terminamos.

En los pocos días que Iris estuvo en el hospital, la notaba rara. me miraba raro. Me pasaba todo el tiempo con ella. Intentaba distraerla, hablarle, entretenerla y notaba su mirada extraña, cómo si nunca me hubiera mirado así. Me hacía muchas preguntas, me acariciaba mucho las manos, me pedía que le masajeara el cuello y es raro, Iris jamás me ha pedido eso. Tuve la sensación de que me estaba redescubriendo. Llegué a pensar que estaba haciendo esfuerzos para recuperar esos dos días fatídicos que no nos hablamos pero me equivoqué:

- Neli ¿Qué has pensado sobre lo que hablamos el día del accidente?

- Realmente no he pensado, sólo he sentido.

- ¿Y qué has sentido Neli?

- Que prefiero tenerte, te he echado tanto de menos teniéndote tan cerca Iris.

- ¿Y qué hay de nuestro sueño?

- ¿Qué sueño?

- Te has olvidado de nuestro sueño, te has acomodado tanto en esta vida que hemos construido, que has olvidado en quien querías convertirte. Cuando te conocí me dijiste que tenías muchos sueños pero uno de ellos era más grande que los demás y ahora te has olvidado.

- En estos días mi sueño has sido tú.

- Lo sé, sé que me amas. Que me echaste de casa por orgullo y porque pensaste que si yo no te quiero, no debería de tener pena por ti ¿Pero sabes si la persona de la que yo me enamoré aún existe o fue sólo un espejismo? Nélida, quiero nuestro sueño, luchar por ello, que sea nuestro, que nos una y necesito que me demuestres que no me has engañado, necesito saber que no me has mentido. Necesito creer que la persona de la que me enamoré aún está viva.



Deslumbramiento del día, pájaros amarillos en la mañana. Una mano desata tinieblas, una mano arrastra la cabellera de una ahogada que no cesa de pasar por el espejo. Volver a la memoria del cuerpo, he de volver a mis huesos en duelo, he de comprender lo que dice mi voz.
Alejandra Pizarnik


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